Dos niñas. José María Carrascal

Las lágrimas de Boabdil tras perder Granada no eran de mujer, como le dijo su madre, sino de hombre que pierde un tesoro

José María Carrascal

JOSÉ MARÍA CARRASCAL

12/02/2023 a las 00:55h.

Desde principios de semana una imagen me acompaña como mi sombra, produciendo a la vez dolor y alegría, rabia y contento. Me refiero a la niña que protegía con el brazo a su hermanita de los cascotes que las rodeaban en el hueco entre dos grandes planchas, posiblemente el suelo y techo de un apartamento de los edificios derribados por el formidable terremoto que sacudió Turquía y Siria. ¿En qué pensaba la mayor durante las casi 20 horas que estuvieron apresadas? En cuidar a su hermanita lo primero. En emitir de tanto en tanto sonidos que orientasen a quienes las buscaban. En despejar el camino hacia ellas. Todo menos llanto o lágrimas. Había tal madurez, tal seriedad en su talante que en vez de los 7 años que debería tener semejaba una persona adulta. Y muy guapa, además, mientras la pequeña tendría tres.

Es el momento en que empiezan mis tribulaciones o, mejor dicho, mi enojo. ¿Tenemos los españoles derecho a quejarnos de todo, viviendo en un país no expuesto a grandes corrimientos de placas tectónicas, con excelente clima, largos ríos, montañas, mesetas y vegas, costas al Mediterráneo y Atlántico, un continente en miniatura, con incluso desiertos y la mayor huerta de Europa? Un país donde las mayores calamidades nos las hemos causado nosotros peleándonos. ¿Por qué creen que escandinavos, alemanes, ingleses, con democracias más desarrolladas que la nuestra no ya veranean, sino sueñan en jubilarse aquí? Quiero decir, que las lágrimas de Boabdil tras perder Granada no eran de mujer, como le dijo su madre, sino de hombre que pierde un tesoro.

Con lo que sólo queda el sarcasmo: contratar a políticos jubilados de esos países para gobernarnos. Pero dura poco. El único que lo intentó, don Amadeo de Saboya, duró apenas dos años, no porque le echaran, sino por dimitir, en una carta vergonzosa para nosotros, en la que aseguraba estar dispuesto a combatir a cualquier extranjero que intentase invadir o dañar España, pero lo que no podía era luchar con una parte u otra de los españoles.

Así que volvamos a las dos niñas ya extraídas de las garras del terremoto, como tantos otros, aunque los muertos siguen siendo muchos más. ¿Qué será de ellas? Su porvenir es poco halagüeño en países asolados por el seísmo y problemas de todo tipo, incluida una guerra civil en Siria que dura más de diez años; y Turquía sin poder modernizarse debido a causas socio-religiosas, que le impiden entrar en la Unión Europea. En caso de que hayan perdido a sus padres, ¿qué les parece la idea de acogerlas en nuestro país como a los expulsados nicaragüenses? Aunque, mejor, no. No, porque tal como están las cosas en España, el ambiente igual las echa a perder. Por cierto ¿ha pensado alguien en que de no haber habido Reconquista formaríamos parte del mundo islámico como Siria y Turquía?

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