Actualizado Lunes, 6 febrero 2023 –
De la trola según la cual las agresiones sexuales quedaban impunes en España porque el consentimiento no era central se han beneficiado ya 400 violadores

Tu ideología se define por tu relación con el derecho. Si en él encuentras un límite a la emancipación social impuesto por la clase privilegiada, eres de izquierdas. Si en un código que te precede adviertes una garantía de libertad decantada por siglos de prueba y error, eres de derechas. Cuando Podemos pedía romper el candado del 78 delataba el punto de vista del ladrón: los candados solo molestan a quien no tiene la llave que protege la propiedad. Cuando en una sociedad crece tanto el resentimiento que la mentalidad de propietario es superada por la mentalidad de asaltante, se produce un momento revolucionario.
Por eso la polémica en torno al consentimiento, al margen del cinismo estratégico de los partidos en liza, revela un conflicto profundo entre utopía y derecho, entre adanismo y tradición, entre relato y realidad. No es casual que la derecha produzca más juristas y la izquierda más guionistas. No es casual que los votantes entreguen instintivamente la bandera de la comunicación a la izquierda y la de la gestión a la derecha. Y no es casual que emerja una derecha alternativa que envidie los atributos narrativos de la izquierda y desprecie la solvencia gestora, sin reparar en que el arte de contar cuentos es el don pero también la condena del progresismo. El don porque persuade, y la condena porque la realidad acaba vengándose de la ficción más convincente: de la trola según la cual las agresiones sexuales quedaban impunes en España porque el consentimiento no era central se han beneficiado ya 400 violadores.
Pero cómo no iba a cometer este error este Gobierno. Cómo no iba a repetir lo que lleva haciendo desde la moción de censura: subordinar la ley al relato. El sanchismo es una factoría de ficciones de progreso porque, a falta de escaños para pensar a largo plazo y marcar un rumbo legislativo autónomo, se especializó en inventar historias. La mentira no es un accidente: es su sustancia. Había que salvar a las mujeres del machismo jurídico-político-mediático como ahora hay que salvar a los hipotecados de la codicia de la banca. Una vez fijado el marco, el BOE se ajusta a martillazos. Hechizado por la simpleza de sus propias pancartas, el Ministerio de Igualdad quiso revestir de excepcionalidad jurídica el delito sexual, de manera que el superior valor probatorio de la palabra de la víctima obligara al acusado a tener que demostrar su inocencia. Pero aún hay juristas en el PSOE que distinguen las utopías de las leyes. Y ahora a ver quién gana esta guerra civil de mentirosos.