Pablo y la presidenta
Un hombre demuestra quién es ante lo que le supera
Salvador SostresSEGUIRActualizado:15/09/2021 10:27h
Discutir con la presidenta es estéril y estúpido. Estéril porque pierdes y estúpido porque ella tenía razón, todo el mundo lo sabía y ahora tú eres el que te equivocaste de enemigo y has perdido. Hay algo peor que hacer el ridículo, y es hacerlo en público. Esta guerra por lo obvio, que es que la presidenta de la Comunidad sea la presidenta regional del partido, es la clase de ruido que el PP no necesita.
Pablo sabe cuál ha sido su historia con la presidenta. No sé si Teo lo sabe. Una historia que viene de lejos y en el que no es nuevo, ni casual, el rol de dominante de Isabel. Yo suelo ser el dominante en mis
relaciones, pero no siempre. Y cuando no lo soy, lo que sobre todo no hago es tratar de pretenderlo. Hay que aceptar cuando somos suaves, hay que saber tener debilidades y usar la fortaleza de los demás como un elixir para volvernos también nosotros más fuertes. Un hombre demuestra quién es ante lo que le supera: si es inteligente, asume su posición y aprende. Si es un imbécil, se desliza por el resentimiento y el complejo.
Yo suelo ser el dominante pero sólo crezco y soy realmente fuerte cuando estoy con hombres más inteligentes, más rápidos y más ricos que yo. Y con más poder. Y si puede ser, más guapos. Sería absurdo que tratara de competir con ellos, que no les reconociera la autoridad, la última palabra, el mando. Ellos tampoco necesitan afirmarse ante mí y asumen que saldrán ganando si me dejan elegir el restaurante. Y la cena.
Teo no es un mal chico, por qué iba a serlo, pero tiene una relación provinciana con el poder. Poco fina, poco elaborada, totalmente desvinculada de la calidad y mucho más acomplejada que inteligente. Podría haber convertido a la presidenta en su principal aliada, en su cómplice, pero le ha salido el quinqui de Murcia y ha puesto a su líder en la imposible situación de aparentar lo que no es y todos lo sabemos. Ni Pablo necesita este enfrentamiento, ni lo merece. Con todo lo que aprendió en el pasado de Isabel, es increíble que en lugar de continuar beneficiándose de su fuerza, y de usarla como impulso en su camino hacia La Moncloa, se enrede en una tonta guerra partidista porque su segundo se siente inseguro y es además un bruto.
Madrid ha votado masivamente a la presidenta. Es cierto que es muy madrileña, y que España y Madrid son dos cosas distintas, pero no hay ningún español que, en la intimidad y puesto ante su contabilidad diaria, no prefiriera a Ayuso que a cualquier otro político, incluso a los que él mismo haya podido votar. No existe ni un sólo independentista con dos dedos de frente que no reconozca en privado que nos iría mucho mejor con ella. Muchos discrepan de su estilo y algunos le reprochan una cierta ligereza, pero la presidenta ha sabido conectar con la inmensa mayoría a través de la libertad y la economía, que son lo mismo, y lo fundamental en nuestras vidas.
Teo admite que Isabel tiene una muy inusual mezcla de luz y fuerza, y Pablo lo sabe muy bien y desde hace mucho, mucho tiempo.