De nuevo, Carmen Calvo (Viva Cádiz 18 de julio 2019)

Los años pasan pero Carmen Calvo -la del dinero público no es de nadie- sigue dando tardes de gloria con sus desbarres intelectuales. El domingo dijo que la causa feminista pertenece en exclusiva al socialismo y que el machismo es propio de la derecha.

No es así. La lucha por los derechos civiles de la mujer fue comenzada en el mundo anglosajón liberal, no en el jacobino francés ni en el socialista ruso. Tiene su origen en los Estados Unidos, en el estado de Wyoming, pero también en Canadá, Australia y Nueva Zelanda.

Especial importancia adquirieron la lucha de las sufragistas inglesas a principios de siglo. Las sufragistas exigían igualdad ante la ley, sufragio para la mujer, derecho de propiedad en igualdad al hombre, liquidación de la tutela, etc. es decir, leyes civiles iguales para todos, algo muy diferente a las leyes socialistas que favorecen a las mujeres en detrimento de los hombres, que es lo que hoy se impone.

La principal activista en favor del sufragio británico, Emmeline Pankhurst, de Manchester, en su primer intento por entrar en política fue rechazada por los laboristas, por ser mujer. Acabó como candidata del Partido Conservador. Fueron estos conservadores los que aprobaron la igualdad en edad de voto para hombres y mujeres, 21 años (antes las mujeres no votaban hasta los 30).

En la España republicana, la verdadera defensora del voto de la mujer fue Clara Campoamor, una liberal, no socialista, que tuvo que exiliarse en la guerra incivil porque no estaba bien vista ni por franquistas ni por izquierdistas. Fue ella la que consiguió por dos veces que las Cortes aprobaran el voto femenino en contra de muchos socialistas, entre ellos de Prieto, que se marchó enojado de la votación por el resultado favorable a la mujer. Azaña calificó de “tontería” el sufragio femenino. La izquierdista Margarita Nelken votó en contra, al igual que la diputada del PSOE, Victoria Kent.

En los años 60 la bandera del feminismo fue retomada por la New Left americana (marcusiana) que la extendió por el mundo. Como dice Escohotado, el marxismo cultural, contrariado, tras perder por KO la batalla para el que fue fundado, la del proletariado redentor, buscó otras formas de “lucha” (o de odio social), que están consiguiendo implantar privilegios y leyes discriminatorias a favor de la mujer.

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