En estos días se oyen voces de protesta por el reparto de cargos en Canal Sur y por la subida de dinero público asignado al nuevo Ayuntamiento de Cádiz. Es comprensible, aunque en realidad esto de repartir prebendas públicas en España no es ninguna novedad.
Con Canal Sur sigue viva la vieja pregunta, ¿es necesaria una televisión pública que nos cuesta un quintal? Aunque todos los partidos han participado del festín de cargos, se sabe que la izquierda está siempre más interesada en mantener los medios públicos (y todo lo público), siempre dominados por sindicatos y progres que acaban mandando al margen de quien gobierne, como pasaba en la tv de Rajoy o pasa en la propia Canal Sur (¡cuanto rencor en su programa sobre la media memoria!). Al menos, C´s y Vox son los únicos que han elegido a periodistas para el Consejo.
En el Ayuntamiento de Cádiz, se suele destacar como modélica la generosa renuncia del sueldo del alcalde. Pero se trata de un gesto de complicada evaluación, puesto que, uno, el dinero que sale de los contribuyentes es el mismo, dos, él pierde dinero, pero al final es como una inversión que le da rédito político, y tres, lo importante es que el gasto total del contribuyente en políticos y nomenclaturas es mayor que el de antes.
Todas estas reflexiones no son más que aspectos derivados del problema principal: la política española incentiva a los que buscan unas rentas (públicas) que de otro modo nunca obtendrían en el mercado. Los partidos buscan gente sumisa antes que valiosa. Los cargos públicos españoles se deben a los líderes que los ponen, y no a sus electores. ¿Quién conoce aquí a los diputados de su provincia? Pocos profesionales de alto nivel, que cobran mucho más que un político, exponen su prestigio al clima de deterioro que ofrece la política. Por eso aspiran a los cargos los dispuestos a aceptar duras críticas personales a cambio de percepciones por encima de su valía de mercado. En Inglaterra, los políticos responden ante sus electores por lo que a veces votan en contra de sus propios partidos. Se incentiva el mérito.
Lo dicho no niega que la política sea una actividad noble y necesaria, y que todos conozcamos a políticos con vocación de servicio. Pero ganaríamos mucho si lográramos una nueva ley electoral con cargos elegidos por distritos cortos y con segunda vuelta.