Todos oímos de vez en cuando que el mundo va a peor y que las desigualdades aumentan por culpa del “neoliberalismo salvaje”. ¡Como si antes la humanidad hubiese sido rica y ahora, por culpa del mercado, fuese pobre!
Ha sido al revés. Como explica Sala i Martín, catedrático de la Universidad de Columbia, durante 9.000 años, hasta 1760, el ser humano ha vivido con un PIB por persona de unos 500 o 600 dólares al año. Esto significa que en según que lugares, el ser humano comía dos veces al día, casi siempre cereales -sólo desayunaban los débiles, es decir, los niños y los enfermos-, bebía sobre todo cerveza y vino porque el agua estaba contaminada, pues al no haber alcantarillado, los excrementos iban a parar a los ríos, la esperanza de vida era menos de cuarenta años, metía a los animales dentro de casa para combatir el frío, no se lavaba porque creía que la enfermedad entraba por los poros de la piel y estaba siempre sometido a la violencia, la enfermedad y la hambruna.
Desde 1760, gracias a la revolución industrial, la situación dio un vuelco. De los 650 dólares de 1760 se pasó a los 9.700 de ahora. Primero ocurrió en Gran Bretaña y Holanda, pero hoy ocurre ya en parte de Iberoamérica, y en toda Norteamérica, Europa y Asia (en India y China hay 800 millones de pobres menos que hace unos años).
Por tanto, la norma durante 9000 años ha sido la pobreza y sólo cuando ha llegado el capitalismo, la renta se ha disparado. Es verdad que aún hay pobres, pero el mercado ha eliminado la pobreza a una velocidad nunca vista.
¿Por qué entonces tenemos la sensación de que las cosas van mal? Se debe a la evolución. Nuestros ancestros fueron los que cuando oían un ruido en el bosque pensaban que se trataba de un animal salvaje por ejemplo, y huían. La probabilidad de que ese peligro fuera real era mínima pero con que lo fuera una sola vez, los incautos que no prestaban atención al ruido eran devorados, y no se reproducían. Nosotros somos descendientes de los que huían y por eso activamos la alarma ante las noticias negativas. Los medios, que saben como funciona nuestro cerebro, nos bombardean con ese tipo de noticias.
Hay otra razón. Un sistema intervencionista como el nuestro, necesita pintar todo el día las cosas muy mal para justificar unos impuestos casi confiscatorios que “solucionen” todos los males.