Todas las elecciones son importantes, pero éstas son las más importantes desde 1977. ¿Qué está en juego el 28 de abril? Analicémoslo.
Lo fundamental que nos jugamos es el proyecto constitucional de 1978, un sistema de Monarquía parlamentaria y soberanía nacional, consensuado por el 90% de las fuerzas políticas, que fue la admiración del mundo y que nos ha dado la mayor época de estabilidad y bienestar de nuestra Historia. Si se reproduce el gobierno actual con los mismos pactos con los enemigos de la Constitución, el daño puede ser irreversible. Ninguno de estos enemigos esconde sus intenciones de liquidar el sistema y la unidad de España. El problema es que una de las patas de esta democracia, el PSOE, lleva tiempo cuestionando la Constitución y enfrascado en el engorroso embrollo del federalismo.
El enésimo acto de deslealtad socialista han sido las palabras de Iceta de que es posible la autodeterminación catalana en unos años. Iceta no habla por hablar. Sus palabras no han sido desautorizadas por la dirección socialista. Ábalos ha sostenido que en el contexto de unas elecciones esta “reflexión resulta inapropiada”, lo que traducido resulta: “lo dicho por Iceta es verdad, pero no nos conviene decirlo en periodo electoral”. ¿Le da igual al PSOE, que tras el precedente catalán venga la autodeterminación de otras regiones de fuerte implantación nacionalista, como País Vasco, Valencia, Galicia, etc., y en consecuencia el enfrentamiento civil?
Hay otras cosas importantes en juego si pervive Frankenstein, como la economía. Con los regalos social-electorales que se ofrecen, y los que se producirán, habrá más gasto, más deuda, y empresas más débiles. Resultado previsible: impuestos empobrecedores para todos, recesión y paro, ¿les suena, verdad?
También está en juego la consolidación del buenismo: la no implantación de la pena permanente revisable para los asesinatos con agravantes (violación), las cuotas contra la capacidad y el mérito, el incentivo a la inmigración ilegal o la escandalosa protección legal al “ocupa”. Y la supeditación al estado: más intervención en los mercados, en especial contra los propietarios de casas, más chiringuitos ideológicos subvencionados, más ingeniería social, menos libertad para elegir colegio, etc.
No se trata de alarmar sino de clarificar.