El momento

¿En que momento se jodió el Perú, preguntaba Zavalita en la novela de Vargas Llosa? En España se sabe perfectamente cual fue el momento en el que todo empezó a estropearse. Fue el 11-M, el 11 de marzo de 2004, cuando alguien que aún no conocemos decidió cambiar el destino de nuestra patria, dividirla, hacerla más débil y conducirla al fracaso político. A partir de ese momento todos los fantasmas del pasado aparecieron de nuevo. La izquierda, agitada por los medios de comunicación afines, especialmente la radio, asaltó las sedes del partido democrático de centro derecha, el PP, un partido que había conducido al país a un momento de bienestar desconocido hasta entonces, y que por ello se preveía iba a ganar las elecciones. Pero no las ganó. Zapatero fue catapultado al poder. A partir de ahí todo ha ido en la misma dirección de intentar liquidar la Transición, la Constitución y la Reconciliación Nacional. Sin Zapatero no hubiese habido una ley de memoria que en realidad ha servido para extender de nuevo el odio guerracivilista por todas las ciudades de España. ¿Qué es eso de que la tumba de Franco es un símbolo que divide a los españoles? ¿Y las tumbas de Pablo Iglesias, Largo Caballero, Prieto o Negrín, no los dividen? Sin Zapatero no hubiese habido un nuevo Estatuto que pedía un porcentaje ínfimo de la sociedad catalana, y que levantó el proceso secesionista que tanto daño ha hecho en España. Sin ZP no hubiesen sido legalizados los partidos afines al terrorismo, y por tanto, ni gobernarían algunos territorios vascos, ni les habrían dado su apoyo al gobierno Frankestein.

Los españoles le dieron la victoria a Rajoy para que intentara salir de la crisis (cosa que consiguió) y para detener todo este proceso suicida, pero algunos errores propios y una moción de censura legal, pero moralmente deplorable, trajeron un gobierno apoyado por todos los enemigos de España. Sin Zapatero no habría habido ni un nefasto Pedro Sánchez, ni un partido neomarxista con 70 diputados en el Congreso y gobernando las principales ciudades del país.

En Cádiz, sin el izquierdismo adolescente, ignaro y subvencionado de sus élites mediáticas, intelectuales y sociales, tampoco hubiesen tenido lugar estos cuatro años perdidos de inactividad y toxicidad política. En nuestras manos está cambiar este rumbo hacia el desastre.

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