La tumba de Machado

Pedro Sánchez ha visitado la tumba de Machado como si fuese el primero que rescataba su memoria. Falso. En 1969 tuve la fortuna de ver en directo a Serrat cantando a Machado, en el antiguo teatro Álvarez Quintero de Sevilla. Gracias a ese LP, la poesía de Machado se hizo muy popular en España. No fue ése el único homenaje. Hubo muchos más, como el de 1959 en Colliure, a cargo de un grupo de jóvenes poetas que con el tiempo formarían parte de la historia de la Literatura, como Barral, Caballero Bonald, Angel González, Valente, etc. Machado se estudiaba en el Bachillerato de los 60 y su obra estaba publicada en Austral y Losada, así que estuvo reconocido desde siempre. Otra cosa es su hermano Manuel, menos venerado que Antonio por causa de la política, según demuestra Trapiello. No siempre los vencedores de una guerra ganan la batalla de la propaganda. A propósito de esa injusticia literaria Borges dijo: “No sabía que Manuel Machado tuviese un hermano”.

Un presidente de gobierno español responsable debe honrar a escritores de los dos bandos de la guerra, no de uno. Sánchez, con estas visitas, hace electoralismo y guerracivilismo al mismo tiempo. ¿Qué es esto de que sólo hubo exilio franquista? La mayoría de los escritores se van los primeros días de la guerra,  huyendo de los paseos y las checas del  Madrid rojo. Pío Baroja, Menéndez Pidal, Gómez de la Serna, Azorín, Marañón, Pérez de Ayala, Ortega, etc. Madariaga y Gerardo Diego no regresan. Cernuda y León Felipe, ambos de izquierdas, huirán de los comunistas más tarde. ¿Sabe Sánchez que en Londres está enterrado Chaves Nogales, un periodista republicano exiliado del territorio frentepopulista?  ¿Sabe que Clara Campoamor huyó del terror rojo en 1937 y murió en el exilio, aunque fuese repatriada después? Sí, Clara Campoamor, la auténtica promotora del voto femenino, (con la oposición de la socialista Margarita Nelken y de Victoria Kent), de actualidad ahora que la huelga feminista progubernamental manipula la Historia.

Tampoco es una novedad  el reconocimiento a Azaña, como se pretende. En 1978, el rey Juan Carlos, que visitaba Méjico, fue a presentar sus respetos a la viuda de Azaña, Dolores Rivas. En los 90, Aznar reivindicó a Azaña. Ambos gestos del rey y Aznar simbolizan la reconciliación, al contrario que el del ignaro Sánchez.

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