Da pena que Cádiz deje pasar en blanco el “año Murillo”, en especial si se la compara con Sevilla, plena de actos y exposiciones. Definitivamente, Cádiz está falto de actos culturales de nivel. Por eso se debe apreciar la exposición que celebra la Diputación de Cádiz sobre Rafael Alberti. Se trata de 52 obras pictóricas de pintores españoles entregadas a Alberti en el homenaje que se le hizo en París en 1966. Lo que ya resulta discutible es la explicación oficial de motivos que la justifica, en la línea de la “memoria” y de presentar a Alberti como “un símbolo de libertad”. Alberti, como personaje, incluso como poeta, fue cuando menos controvertido.
Durante la guerra, Alberti fue dirigente cultural de un PC estalinista (escribió versos celebrando al “padrecito Stalin”) que controló a la intelectualidad republicana, por decirlo suavemente. Fue nombrado director del Museo Romántico, entre otras cosas, y vivía junto a María Teresa León en el palacio de los marqueses de Heredia Spínola de Madrid -que había sido saqueado- convertido en una especie de “cortijo andaluz”, al decir de María Zambrano. María Teresa dormía en la habitación de la marquesa en una cama de pieles y cortinajes. Alberti evoca en sus memorias las fiestas allí organizadas con sus amigos León Felipe, Cernuda, etc., disfrazados con los fantásticos trajes que los marqueses guardaban. Miguel Hernández, recién llegado del frente, les hizo un fuerte reproche por ello, y María Teresa le propinó un puñetazo. Trapiello, a quien sigo en el relato de estos hechos, llega a sospechar que por esa razón Miguel Hernández no fue invitado a subir en el avión que hizo huir a Pasionaria, Alberti, etc., al final de la guerra.
Juan Ramón Jiménez dijo, sin citarlo, que Alberti se sirvió de la guerra y no al revés. La verdad es que las fotografías en los periódicos eran siempre de Alberti o Neruda.
Junto a María Teresa, Bergamín y otros, dirigió la revista “El mono azul”, que contenía una sección titulada “A paseo”, que coincidió con los trágicos “paseos” o sacas (hasta noviembre de 1936 entre 8.000-10.000 asesinatos). Esa sección señalaba a los intelectuales “fascistas” que se presumían en Madrid (G. Caballero o S. Mazas), lo que en la práctica equivalía a un “se busca”.
Al final de la guerra, Morla Lynch dice que Alberti estaba gordo…