Alguien ha dicho que esta huelga, huelga. Primero porque las huelgas se hacen para lograr algo concreto ante quien lo niega, y segundo porque defiende sólo a las mujeres populistas, según se desprende del espantoso manifiesto que la proclama.
La huelga clásica consistía en dejar de trabajar como presión para conseguir reclamaciones legítimas. Los trabajadores dejaban de cobrar, claro, y hacían cajas de resistencia para afrontar la batalla. El empresario por su parte también se jugaba la supervivencia de la empresa. Hoy las huelgas son folklore propagandístico, y nadie se juega nada.
La extrema izquierda sabe que aquellas profecías socialistas sobre la amplia miseria que iba a generar el mercado han fracasado, y por eso han sustituido la promoción de la “lucha” entre trabajadores y empresarios por otros rencores sociales que puedan darle vidilla, como el feminismo radical.
Las primeras sufragistas no pedían la igualdad coactiva mediante la ley, propia del socialismo, sino la igualdad ante la ley, hoy por fin establecida. La auténtica igualdad vendrá de la confianza de las mujeres en ellas mismas y no de las actuales cuotas obligatorias que parten de un concepto machista: la inferioridad de la mujer.
Las primeras sociedades que reconocieron el derecho al voto femenino fueron todas liberales. El verdadero patriarcado está en la cúpula del anticapitalista PC cubano.
En España, el voto femenino fue establecido en la II República gracias a la figura de una republicana de centro, Clara Campoamor, y no a las izquierdas, que en parte se opusieron. Campoamor fue una moderada que se marchó de la España frentepopulista ante la probabilidad de ser asesinada por los revolucionarios. Escribió un libro de significativo título: “La revolución española vista por una republicana”.
En contra de conceder el voto a la mujer se manifestaron las “feministas” Victoria Kent y Margarita Nelken, esta última fallecida hace hoy 50 años. Ellas, como las populistas actuales, anteponían la revolución a los derechos femeninos. Nelken fue condenada a 20 años por su participación en el golpe socialista contra la República de 1934, aunque escapó. En 1936 se afilió al estalinista PCE. En la guerra se le relacionó con la feroz represión revolucionaria administrada en algunas checas por ella controladas.