España es un país dividido frente al terrorismo islámico y al secesionismo.
La división ante la yihad tuvo su preámbulo en aquel famoso “no a la guerra”. La izquierda, ayudada por la agitación de la prensa socialdemócrata (disculpen el pleonasmo), aprovechó la ingenuidad de una masa poco informada para desgastar al gobierno de Aznar por su apoyo (que no participación) a la II guerra de Irak: la I guerra la había sostenido Felipe González, sin mayor problema.
Tras los terribles atentados islamistas de 2004, la izquierda volvió a sacar a la gente a la calle para culpabilizar, no a los terroristas, sino a Aznar, por haber apoyado a Bush en Irak. También para demandar un supuesto “queremos saber” que se olvidó en cuanto fue catapultado al poder el nefasto Zapatero.
Recuerdo una siniestra jornada de reflexión en medio de un clima de asaltos a las sedes del PP e insultos a sus dirigentes, especialmente a Aznar.
La manifestación “antiterrorista” del 26 de agosto en Barcelona ha profundizado esa división. El rechazo a los asesinos y la compasión con las víctimas, de nuevo quedaron al margen. Ahora, se volvió a insultar a un presidente del centro derecha democrático, pero esta vez también al rey y a España entera.
El inminente desafío secesionista también se presenta ante un país dividido. Hay indicios de que el Tribunal Constitucional no va a ejercer sus nuevas funciones ejecutivas. Por otro parte, la actitud de Pedro Sánchez parece ratificar que su odio a Rajoy y al PP es mayor que su interés a que el país no se desintegre caóticamente. Por si fuese poco, el superpuro Ciudadanos, se muestra ahora partidario de concesiones económicas a Cataluña, en un intento por seducir a los nacionalistas moderados. Parece que tanto Pedro como Albert, esperan agazapados el desenlace del inevitable encontronazo de los secesionistas con el Estado para ponerse a favor de Rajoy si vence, o para hundirlo si fracasa. Para cerrar el círculo de la división, la plaga, Podemos, que se aliará con todo lo que se mueva contra la Constitución. Es triste apreciar más unidad en los separatistas, a pesar de sus diferencias, que entre los constitucionalistas. Rajoy resiste solo, pero tampoco se sabe qué va a hacer.
Si España gana este reto histórico, como confío, será a pesar de haber hecho todo lo posible por perder.