Los ecologistas actuales suelen ser en realidad ecologistas-sandías, es decir, verdes por fuera, pero rojos por dentro. Igual que la mayoría de las feministas, que son en realidad izquierdistas, más que defensoras de la mujer. Si no, no se explicaría el feminismo a la carta que practican. Viene esto a cuento por las recientes manifestaciones de mujeres en EEUU tras la toma de posesión del innombrable. Si importan más los hechos que las palabras, se debe recordar que han sido los presidentes demócratas los que adoptado un comportamiento más denigrante para las mujeres, especialmente para las suyas, sin que hubiese reacción feminista alguna. J.F. Kennedy convirtió la Casa Blanca en un picadero por el que pasaron todo tipo de féminas, incluidas actrices famosas, y qué decir de las aficiones de Clinton en el Despacho Oval. Sin alejarnos, Obama fue cazado por las cámaras del mundo entero en el funeral de Mandela coqueteando con la primera ministra danesa, delante de su propia esposa, cuya cara lo decía todo. Pero las palabras también cuentan. En España, algunos de nuestros más insignes “progresistas”, en especial los de morado, han realizado manifestaciones machistas de la misma calaña que las de DT, sin que ninguna feminista se haya escandalizado. Recordemos, así de memoria, las declaraciones de Pablo Iglesias sobre Mariló Montero y sobre el comportamiento de las mujeres del PP en la cama, los insultos de Monedero a una periodista, calificada de “perra”, o el “chúpame la minga, Dominga” de Echenique, la impresentable jota coreada por las militantes de su propio partido. ¿Recuerdan cuando Valderas, de IU, se refirió a una delegada de la Junta como “la de las tetas gordas”? No es pues el repugnante machismo de DT lo que ha propiciado esta reacción feminista en EEUU y en España, pues igual o peor ha sido el de los líderes izquierdistas. Es la victoria de una derecha no acomplejada, compuesta por empresarios de éxito y que bajará impuestos a los trabajadores, lo que les hace aullar de dolor. Y eso, lo confieso, me pone el cuerpo gracioso. Una derecha, eso sí, zafia y peligrosamente proteccionista, aunque aún está por ver que hará. La pregunta es: ¿En España, cómo pueden deslegitimar la victoria de Trump, los que quisieron que gobernara un populismo peor, el leninista?