Melquíades Álvarez

Hace unos días tuvo lugar el aniversario del asesinato, a manos de milicianos izquierdistas, del insigne intelectual y político centrista, Melquíades Álvarez. Ochenta años después, sólo su Asturias natal ha rememorado la trágica desaparición de una figura sobre la que pesa una segunda tiranía, la del olvido. El crimen se produjo en la cárcel Modelo, y deprimió profundamente a líderes como Azaña y Prieto, plenamente conscientes del descrédito moral que sufriría su causa. Cinco días antes, sobre el bando nacional cayó también un manto de oprobio y silencio por otro horrendo crimen, el de Lorca, éste sí al menos permanentemente recordado, en virtud de la hemiplejia moral dominante. Melquíades fue un republicano de la primera hornada, líder del Partido Reformista, que acogió entre sus filas a varios padres de la II República, entre los que se encontraban Ortega, Pérez Galdós y el propio Azaña. A partir de 1936 lideró el Partido Republicano Liberal Demócrata, que ante la deriva revolucionaria, fue posicionándose hacia la derecha. Su crimen a manos revolucionarias, como el de otros republicanos, demuestra que el encontronazo de 1936 no fue tanto entre república y fascismo, como entre el izquierdismo revolucionarioburgués (más los separatistas) y el centro derecha cristiano, aunque éste fuese republicano. Cabe recordar que los republicanos moderados, que siempre fueron mayoritarios en la II República, al final se alistaron en masa en el bando de Franco. Melquíades Álvarez fue un representante genuino de una imposible Tercera España, como Chaves Nogales, Madariaga, Campoamor, y tantos otros, caracterizados por su alejamiento de los extremos dominantes, el bolchevismo y el fascismo, los cuales, en palabras de Melquíades, “tienen una ideología muy semejante porque absorben la nación al Estado”. Su actitud laicista aunque no anticlerical, su defensa al mismo tiempo del autonomismo y de la unidad de España, y su posición a favor de la propiedad privada, de la libertad sindical y del orden, lo convierten en un precursor político del centrismo político contemporáneo, representado por Suárez, y esperemos que por Rivera. No seremos un país del todo sano hasta que no rememoremos por igual a todos los grandes hombres asesinados en la Guerra Civil.

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