La primera Constitución española que no fue de unos españoles contra otros, sino acordada entre todos fue la de 1978. Ese es su principal mérito, además de haber procurado 38 años de libertad y prosperidad insólitos en nuestra Historia. La de 1812 tiene otras muchas y excelentes cualidades, entre ellas ser la primera. Pero no la del consenso. Tengo un amigo que inventó un lema genial al respecto: “1812 la primera, 1978, la definitiva”. Ojalá. De momento, separatistas, populistas, y algunos socialistas, se refieren despectivamente a nuestro sistema como el “régimen del 78”. Claro, ellos persiguen un proceso rupturista cuyo único final sería un modelo contra la derecha, contra el centro y contra la soberanía nacional. Nada nuevo bajo el sol porque ya hemos ensayado ese prototipo en varios periodos históricos, con un resultado nefasto: han sido de una duración media de cuatro años muy convulsos, y con final trágico. ¿Es que ya nadie recuerda la Historia? En concreto Podemos, propugna abrir un periodo constituyente que instaure un régimen republicano, cuyo modelo parece sería la II República, por cómo la idealizan. Pero que se enteren de una vez los que aún creen en ese fraude histórico. La Constitución de 1978 fue elaborada por unas Cortes elegidas por todos los hombres y mujeres mayores de 18, y luego refrendada por la mayoría de los españoles. La Constitución republicana no fue redactada por unas Cortes elegidas por todos, ya que fueron excluidos los menores de 23 y las mujeres (la exclusión femenina vino sobre todo de la izquierda). Y tampoco fue refrendada por los españoles. Fue una Constitución “de izquierda”, como la calificó su ponente Jiménez de Asua. Y por tanto impuesta al resto. Y así nos fue. Son momentos cruciales. Tenemos la oportunidad histórica de hacer las reformas que España requiere siguiendo la senda de consenso marcada por 1978: un pacto entre PP, PSOE y C´s, es decir, entre los representantes reformistas de la gran mayoría de españoles. O eso, o volver al caos. Me congratula que por fin Felipe y Guerra, así como dos veteranos socialistas de Cádiz, Ramón Vargas y Eduardo G. Espinosa, con los que compartí tiempos de clandestinidad antifranquista, se hayan posicionado a favor de la primera opción.