Anormalidad

España está enferma. Lo que diferencia a la política española de la europea es la criminalización que el PSOE, y el resto de un arco parlamentario que incluye a totalitarios separatistas y populistas, viene dictaminando sobre el PP. Lo insólito es que estamos hablando del repudio a un partido democrático, mayoritario, y homologable al resto de las formaciones del centro derecha de Europa. Un repudio que comparten gran parte de los votantes socialistas, dada la matraca mediática y pedagógica que han recibido durante años. ¿De donde proviene esta insólita xenofobia política? Como se sabe, durante la Transición, todos los líderes de las fuerzas políticas cedieron para construir un país democrático y reconciliado. Desde entonces, el grueso del centro hizo su propia transición interna hacia la moderación democrática y el respeto al otro. De hecho, fueron los conservadores los que lideraron la Transición de la ley a la ley. En cambio, la mayoría de la militancia de izquierda digirió mal que no se produjera una ruptura que ajustara las cuentas al franquismo, a pesar de los esfuerzos de sus dirigentes por desprenderse del radicalismo y hacer comprender la reconciliación. Felipe González llegó a dimitir para forzar la salida del marxismo de su partido. Y Carrillo desvinculó al PC del leninismo. A partir de ahí, miles de socialistas y comunistas abandonaron su militancia desencantados. El poso de la decepción quedó ahí. Y a pesar de que el felipismo logró atemperar el odio ancestral socialista contra la derecha, -que en buena medida había producido la guerra-, y llevar al partido hacia la socialdemocracia, con la llegada de Zapatero reapareció el rencor y se cuestionó la Transición. Y en ésas estamos. Lo sorprendente es que el estigma al PP convive con la complacencia de los socialistas hacia Podemos, una fuerza neocomunista, ésa sí antidemocrática, que sería rechazable en cualquier democracia avanzada. Hasta que la socialdemocracia no haga su propia transición democrática de admitir como estructurales al PP, y a sus millones de votantes, no habrá terminado la Transición. Alguien dijo que no seremos libres hasta que no perdamos el miedo a que nos llamen fachas. Yo añado que si aún no te han dicho facha es que no eres nadie intelectualmente.

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