Tras los atentados de París, Europa debe plantar cara a un doble frente. El más inmediato es el de defender su territorio de estos actos terroristas, para lo cual debe mejorar su eficiencia policial. Esto ya se está consiguiendo en algunos sitios como España, que en los últimos años ha eliminado a numerosas células yihadistas, lo que ha evitado quién sabe cuanta sangre. Pero la solución policial es meramente reactiva y parcial puesto que la raíz del problema no está sólo en Europa, sino sobre todo en Oriente Medio. Salvo los partidarios del apaciguamiento, -en España representados hoy por Podemos- Europa se va agrupando sobre la idea de que Occidente debe volver a dotarse de una estrategia politico-militar a largo plazo que consiga la estabilidad de la región. Esto no es nada fácil dada la complejidad de intereses, poderes y fanatismos allí en conflicto. Sin embargo, lo más difícil de conseguir en esta estrategia largoplacista es conservar la paciencia. Justo lo que Europa no ha hecho hasta ahora. Aunque tampoco los EEUU de Obama, que si bien persistió algunos años en esa dirección, y logró matar a Ben Laden y neutralizar a los talibanes (no ha habido atentados desde hace 14 años en EEUU), finalmente abandonó precipitadamente Irak y Afganistán. Por eso, derrotar a Occidente en los últimos 60 años ha sido fácil. Lo hicieron en Argelia. Lo hicieron en Vietnam. Y lo han vuelto a hacer recientemente en Irak y Afganistán. Y siempre de la misma forma. El punto débil occidental es su retaguardia. Somos una sociedad acomodaticia, relativista, poco dada al sacrificio, pacifista a toda costa, e inconstante. Por eso hemos elegido en los últimos años a políticos buenistas, especialmente en España, con Zapatero. El problema reside en que si Occidente no es capaz de recuperar el control de lo que ocurre en Oriente Medio, las organizaciones terroristas seguirán ampliando su territorio y su poder de golpearnos. Y si no nos dotamos de la constancia que requiere una estrategia a largo plazo -y eso sólo puede venir de la firme convicción de persistir en la defensa de nuestros valores democráticos-, la desestabilización seguirá creciendo allí, y con ella el fanatismo, las oleadas emigratorias y el terrorismo internacional.