Lágrimas socialdemócratas

Ahora resulta que la culpa de los problemas de Cádiz -ya se va aceptando que Cádiz no es como Burundi- la tienen algunas de las cosas que hacemos bien, que nos dan fama, y traen riqueza y turismo: el Carnaval y la Semana Santa. Dos argumentos contra ambos se han oído: uno, que si dedicáramos esa energía a crear riqueza, otro gallo cantaría. Y dos, que no deben ser subvencionadas. El caso es que esta posición la viene defendiendo una corriente progre incardinada en una nomenclatura político-mediática de poder que lleva gobernando Andalucía, y Cádiz, 35 años. Si comparáramos las subvenciones a cofradías y agrupaciones con el presupuesto de dinero público que recibe y maneja esta red “progresista” en administraciones, instituciones, sindicatos, medios, y asociaciones privadas, nos daría la risa. Si quieren conocer pormenores de este bloque de poder y sus terminales, no dejen de consultar en Google “La Tela de Araña”, de Barreda y De Tena. Los males que aquejan a Cádiz, -ya se va reconociendo que menores a los de otras ciudades provinciales y andaluzas-, tienen su origen en la mentalidad que ha generado este aparato de poder “de progreso”. Precisamente, en vez de hacer pedagogía a favor de la creación de riqueza, ha estimulado el llanto y el victimismo, exagerado la situación de pobreza, y excitado el rencor social. Para luego acabar pastoreándolos. Desde Adam Smith se sabe dos cosas: una, que la riqueza la produce el empresariado, y no los gobiernos. Y dos, que la tarea de los gobiernos no es repartir esa riqueza – porque además de desincentivar suele acabar en manos de sus clientes- sino crear las condiciones para que el tejido empresarial sea más denso. En Cádiz la energía ha sido mal orientada, sí, pero en el sentido de reclamar subsidios públicos (“derechos sociales”) mediante la conflictividad social, lo que ha provocado la huida de empresas. Con el único desacuerdo de opinantes aislados y la aquiescencia de un centro derecha, que si bien ha gestionado brillantemente el Ayuntamiento, ha interiorizado esta filosofía “social”. Ahora, los hijos extremos de esas lágrimas socialdemócratas, se han hecho con el gobierno municipal. Con lo que la riqueza irá aún a menos. Pero la culpa es de chirigoteros y capillitas.

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