En estos días se pretende el recorte de ayudas a las cofradías. La Semana Santa como se sabe, es un rito que trasciende la religión y tiene una historia de siglos. Materialmente, las cofradías dan mucho más que quitan, no ya en el sentido de asistir a los más necesitados, sino en el de crear una riqueza que devuelve con creces lo recibido. No digamos desde un sentido espiritual y artístico. Como liberal, soy contrario a todo tipo de subvenciones. ¿Quiénes son los gobiernos para repartir nuestro dinero a discreción? Pero si hay que empezar a retirar dádivas, ante lo dicho, no se explica que se llame primero a las cofradías, o peor, que sean las únicas. A menos que haya razones ideológicas como quizás sea el caso, dado el rancio anticlericalismo de las izquierdas ibéricas. Aunque en eso, hay quien dice que vamos a mejor, pues al menos hoy ya no asaltan iglesias. Es una forma de mirarlo, con el permiso de Rita. Como con las ayudas a las cofradías han salido a la palestra detalles y cantidades, ahora tengo una curiosidad insaciable por todo tipo de subvenciones. Por ejemplo, no sé si se sigue ayudando a las mezquitas, como con Zapatero. Sí sé del sangrante dinero público dado a cargos y asociaciones que viven de la fascistizante ideología de género, por cuanto se trata de un aparato político jurídico destinado a la discriminación del hombre: “a igual delito distinto castigo”, como en las Leyes de Nuremberg. Yo empezaría eliminando las subvenciones a unos sindicatos que en España están instalados en la mamandurria, además de ejercer la única violencia aceptada sin escándalo, la de los piquetes. Y a los partidos políticos. En cambio, a los cargos institucionales les pagaría mejor (sí, sí) para incentivar la dedicación política de los mejores -en el franquismo los políticos no cobraban-. Hoy no me queda espacio para preguntar por la legión de asociaciones progres subvencionadas, algunas de ellas antisistema. Todo se andará. Por cierto, furibundos partidarios de eliminar las ayudas cofradieras jamás han protestado por estas otras dádivas sindicales o progres. Ni les he visto mencionar nunca las ayudas colectivas a sus medios privados. Algunos de estos “críticos” son permanentes perceptores de rentas públicas desde la Transición.