Hace tiempo que no leo novelas por una cuestión de prioridades. Sin embargo, leer “El hombre que amaba a los perros” del cubano Leonardo Padura, otro libro que muestra el totalitarismo comunista, fue una sugerencia irrechazable. Primero porque me sorprendió la persona que me lo recomendó, mi reconocido doctor Leopoldo Martín, siempre defensor del PC, aunque desde su independencia. Y segundo por la razón que me dio: “te enfrenta a la posibilidad de haber malgastado la vida apoyando una idea errónea”. Debo decir que yo también defendí esas ideas desde la época de la clandestinidad antifranquista hasta ya más moderadamente durante la treintena, en que me di cuenta de la total superioridad moral (y material) del estado de derecho sobre el socialismo. El autor, Leonardo Padura, basándose en datos históricos, reconstruye literariamente el exilio de Trotski, y la vida de su asesino, el estalinista español Ramón Mercader, hasta la consumación del crimen. De fondo, un análisis psicológico y político de la “praxis” que llevó a los crímenes más horrendos de la historia de la humanidad. Desde luego, Padura expone sin tapujos el despiadado sistema estalinista soviético y cubano. Otra cosa es que todos esos crímenes los considere hijos de la perversión humana y no consecuencia de la esencia de la propia ideología comunista. Tal vez por eso pueda seguir viviendo en Cuba después de este libro tan demoledor. Mi opinión es que toda doctrina no basada en la separación de poderes, la libertad individual y las elecciones es o totalitaria per se, o directamente criminógena cuando además pretende controlar policialmente al hombre, como hace el comunismo, e hizo el socialismo de antes de la Segunda Guerra. La novela desnuda muchos mitos de mi generación: el abandono de la República por la URSS, el asesinato de Andreu Nin, el pacto Hitler-Stalin, la verdadera faz de Pasionaria y Carrillo, el surrealismo y el comunismo (Bretón), las contradicciones de Diego Rivera, Münzenberg, y la tiranía cubana, entre otros. Como me dijo Leopoldo, este libro carga de razones contra el comunismo. Y contra su versión actual el neocomunismo populista, añado yo. Porque no sólo es un deber moral ser antifascista. También lo es ser anticomunista.