Se acaba la temporada y se me quedan varios artículos en el tintero. Por ejemplo uno sobre las particularidades del progre de Cádiz, cuyo título no podía ser sino Teoría y praxis del progre gaditano. Otro sobre la indiferencia de esa progresía, ahora pro-grecia, hacia comunidades incorrectas presentes en Cádiz, como la cubana o la judía. Sin mencionar todo lo que da de sí nuestro pintoresco alcalde, que no es poco. Bueno, el esperpento municipal deparará cosas asombrosas, ya habrá tiempo. Hablemos hoy del carril bici. Para mí, que tengo una edad, la bici simboliza el pobreterío de los 60 representado por los chinos de Mao, la película El ladrón de bicicletas, y en Cádiz, por la gente que venía en bicicleta a trabajar, como cantó Paco Alba. Hoy sin embargo la bici es un icono moderno. A mí desde luego, como peatón, me agobia. Cualquiera que suela andar por el Paseo Marítimo sabrá a qué me refiero. El continuo pasar de bicicletas a toda velocidad hace que un paseo delicioso se convierta en angustioso ante el peligro de acabar atropellado y tener, como dijo aquella reportera, un fallo multiorgásmico. ¿Es el carril bici la solución? Lo dudo en una ciudad sin espacio como Cádiz. En Oxford, ciudad parecida en estrechez y población, no hay carril. Las bicis circulan sólo por la calzada señalizada por una simple línea en el suelo. Jamás por la acera. ¿No podría ser igual aquí salvo en algunas vías de ancho acerado, como las Avenidas del Guadalquivir o de Juan Carlos I? Igual es que hemos superado a Oxford en sabiduría… En Sevilla el carril bici ha costado un pastón y ha complicado la vida. No me pararé en los tramos donde el carril tiene más espacio que el de los peatones, que son muchos. Hablaré sólo de lo ocurrido en barrios como Pino Montano. Allí había aparcamientos suficientes hasta que construyeron el carril bici. Para tres ciclistas que se ven al día, han desaparecido cientos de aparcamientos. Menos mal que la cooperación necesaria de los vecinos, un principio profundamente liberal, funciona, y se aparca en doble fila sin poner el freno de mano para que pueda salir el de detrás. Pero, ¿qué necesidad había de tal cosa? La única razón, ya se sabe, es que la bici es progresista, y el coche facha. Feliz vacaciones.