La II transición hacia el desastre

Conozco bien la Transición del franquismo a la democracia no sólo porque he sido profesor de Historia sino porque participé en ella. Desde el 72 fui amigo del auténtico organizador del PC universitario de entonces, Antonio Álvarez, quien tras mi huida del izquierdismo extremo me acogió en el Partido (ya berlingueriano), como se dijo siempre. Igual algún día amplío el relato riguroso que hizo el profesor Millán Chivite de aquella aventura, pues a veces surgen nombres de supuestos militantes antifranquistas que dan risa porque o no participaron, o lo hicieron mucho después. A pesar del reconocieminto mundial que tiene aquella Transición reconciliadora liderada por Juan Carlos I y plasmada en una Constitución por primera vez pactada por todos, incluidos los comunistas, ahora se pretende una segunda transición hacia el populismo y la república federal. Es decir, volver a lo que siempre intentó el separatismo y la izquierda incluso desde mucho antes del Pablo Iglesias verdadero: mediante durísima agitación, transitar desde la democracia “de los mercaderes” a un sistema federal definido por el control mediático, la estatalización de la economía, -y por tanto su ruina-, y la imposición totalitaria, especialmente sobre la derecha. La I República, la Semana Trágica, la huelga de 1917, la revolución de 1934 y la primavera de 1936 son claros antecedentes de lo que se pretende. El odio al mercado, a España, al cristianismo y a la monarquía parlamentaria unía a todos esos grupos antisistema, incluido al PSOE de entonces. Felipe González cambió esa trayectoria, pero Zapatero la ha vuelto a abrir. Según confiesa el Pablito Iglesias actual, lo primero es derrocar a Felipe VI. Menos mal que hay algo que cambia respecto al pasado y que hace menos probable el desastre. Hoy no hay hambre, a pesar de la crisis. Una ciudad supuestamente hundida como Cádiz, en la que no se ven manifestaciones de depauperados y sí una con cientos de personas con sus perritos de pedigrí por el Paseo Marítimo pidiendo playa para perros, no puede estar en las últimas. Al contrario, estamos ante otra metáfora de la opulencia. Lo cual no significa que si seguimos empeñados en repetir la Historia no acabemos en la miseria y el totalitarismo.

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