Más liberalismo para Cádiz

Fuera de algunas cátedras y de cada vez más intelectuales, las ideas liberales tienen poco asiento en España, un país de pensamiento socialista ya sea de derechas o de izquierdas. Cádiz, a pesar de ser la cuna del liberalismo, no es una excepción. Además, la capital es una de las ciudades más estatalizadas en el seno de una región que ya lo es, lo que orienta a sus élites, y por tanto a su población, en un sentido antiliberal. Nunca ha habido tanto estado como hoy, ocupándose de áreas tan básicas en nuestras vidas como la sanidad, la educación, las pensiones, las relaciones laborales, y la asistencia social, apropiándose para ello de casi la mitad de nuestra renta. En Cádiz además, el estado, sobre todo el autonómico y sus terminales, ha ocupado de siempre la sociedad civil: instituciones, asociaciones, lobbys, sindicatos, y otros grupos perceptores de rentas públicas. Todo esto ha conformado una sociedad conformista, de poca cultura empresarial, quejica, y esquilmada por los impuestos (en Andalucía, Cádiz es junto a Sevilla, la que más ha declarado en este tiempo en el IRPF). Por si fuera poco esta situación de dependencia pública, llegó sobre la ciudad el impacto de una fortísima crisis cuyo origen, no se olvide, anida en el propio estado: el déficit y la deuda, las alegrías prestatarias de los bancos centrales (formados por políticos) y unos burocratizados planes de estudio inapropiados para el mercado de trabajo. Especialmente en el sur, y en Cádiz, desaparecieron industrias de ayuda pública, se multiplicó el paro y se empobreció la clase media. Ahora en España se comienza a salir de esa crisis gracias a una política, no decididamente liberal, pero al menos más austera. Sin embargo y sorprendentemente, casi todas las manifestaciones y demandas de la capital insisten en pedir más estado. La dignidad en Cádiz consiste en acogerse al paternalismo estatal. Pues no. Cádiz, como España o Andalucía, no necesita más estado sino más sociedad. No necesita más impuestos a cambio de servicios malos y obligatorios, ni más burócratas, ni más asociaciones ideologizadas y parásitas, sino más empresarios y ahorradores, más contratos libres, mas pedagogía libertaria y más propiedad. No necesitamos una involución intervencionista, sino un auténtico cambio liberal.

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