Esperanza

El predominio actual del pensamiento socialdemócrata hace que los políticos, aún más si son populistas, compitan por ofrecer al votante el máximo de rentas públicas a cambio de su voto. “Vótame, que yo te resolveré la vida”, vienen a decir todos, aunque ninguno diga el precio que ello acarrea en deuda, crisis, desempleo, impuestos -más de cuatro meses de trabajo gratis para la administración-, o cesión de libertad personal: el ciudadano es obligado a dejar en manos de los políticos la salud, la enseñanza y las pensiones, entre otros asuntos. La única persona que ha tenido en este tiempo una visión distinta del liderazgo político en el sentido de devolver al ciudadano el control de su vida ha sido Esperanza Aguirre. Escribo esto cuando aún no se sabe si será la candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid. Si así fuese, ganaría España, porque con sus virtudes y defectos, podría ser el referente de una nueva forma de hacer política, como ya lo fue. En efecto, como presidenta de los madrileños, Aguirre adoptó medidas para devolver al ciudadano el protagonismo. Lo primero que le devolvió fue su dinero: en Madrid bajaron significativamente todos los impuestos, algunos tan importantes como el de Sociedades o el IRPF, cobrados a empleadores y personas físicas respectivamente. También suprimió otros, como el de Patrimonio y el de Sucesión. Miles de empresas acudieron a establecerse en la capital. Además impulsó la libertad de horarios, y peleó contra unos sindicatos que querían imponer unas condiciones de trabajo que perjudicaban el empleo. Madrid se convirtió en la capital de la libertad y de la riqueza. ¿Fue ese éxito la causa de la animadversión que cierta izquierda le profesa? Es posible, porque Esperanza no es precisamente una ultraconservadora, como se la presenta. Al contrario. Defiende la despenalización de las drogas, la legalización de la prostitución y la eutanasia, y el matrimonio homosexual. O quizás se la odie por defender la libertad económica, tan aborrecida por los socialistas de todos los partidos. Aguirre, como liberal, se declara a favor de la libertad para todo, y no de la libertad para unas cosas sí, y para otras no. Por cierto, a Esperanza no le hace falta la política para hacer patrimonio. Lo tiene. Y algo insólito en España, habla idiomas.

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