Sábado en Cádiz

El sábado por la mañana decido hacer unas compras antes de que vengan unos amigos a pasar el día en la ciudad. Primer chasco. La charcutería donde acudo está cerrada. No critico al dueño, está en su derecho de no abrir el sábado, pero o la cosa no está tan mal en la ciudad como se dice desde el siglo XIX, o no hay mucho espíritu laboral. O las dos. Tras haberse jubilado mi frutero -su hijo parado no ha querido coger un negocio que funcionaba, pero que es muy “pensionado”- me dispongo a buscar una frutería cercana en la que me den la piña ya pelada y cortada, pero no encuentro ninguna. Me veo obligado a ir a un barrio periférico donde la hay. Vuelvo a mi reflexión, si estamos tan mal, ¿por qué no atraer al cliente con facilidades? Ya en la frutería me orientan sobre un almacén -bastante lejano- donde podría comprar paletilla de bellota. Voy al lugar y pregunto de qué región viene la paletilla. Me dicen que de Jabugo. Me fijo en la marca y miro luego en internet: es de Guijuelo. No pasa nada. El Guijuelo es bueno, pero no es Jabugo compañero. A continuación voy a un establecimiento de comidas para llevar. Está también cerrado. Son las 11.30 de la mañana. Sobre la una, ya con mis amigos, damos un maravilloso paseo por el Campo del Sur en dirección a la Caleta. En los alrededores, tomamos una cerveza. Me la sirven con los deditos puestos en donde se posarán mis labios. A continuación decidimos tomar pescado en un bar cercano. Tienen una camarera que es diligente, pero nos habla de tú y en imperativo (“espérate”, me dice cuando la llamo). En la cafetería donde tomamos café y copa el personal habla de sus turnos laborales en las barbas del cliente. La ginebra no sabemos si es de garrafa porque no traen la botella. Vaya error garrafal. No pretendo ser catastrofista, pues a pesar de todo el día transcurre agradable. Además, por fin encontramos una empresa donde todo marcha: la Torre Tavira. El trato amable y educado, el uso cosmopolita de idiomas y la belleza de lo que vemos nos reconcilia con la ciudad. Moraleja. Nos quejamos alentados por unos políticos que dicen que nos van a solucionar la vida (eso sí, ellos silencian sus impuestos confiscatorios). Pero el victimismo gaditano en no pocos casos sirve para no hacer la necesaria autocrítica del esfuerzo y la responsabilidad.

Enlace al artículo.

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies