Probemos

España vive un momento muy delicado. Dos fuerzas antisistema, la ultraizquierda y el separatismo, quieren arrollar las instituciones que tanto trabajo nos costaron traer. El caldo de cultivo de estos populismos son la corrupción, unos políticos mediocres y la demagogia socialdemócrata general de hacer creer a la gente que tienen derecho a todo sin esfuerzo. Una reciente encuesta otorga la mayoría de votos a Podemos. Seguro que el voto tradicional de la izquierda radical, que en España es proporcionalmente muy alto en relación al primer mundo, irá a Pablemos. Gran parte de ese voto radical lo aglutinaba un PSOE ahora en caída libre. Resulta sorprendente la cantidad de enchufados, que tras una vida de lujo a la sombra del socialismo, optan ahora por la ultraizquierda. Pero hay una parte de posibles votantes de Podemos que son menos políticos. Rondan los 40 años y están pensando algo así como: “Probemos. De momento expulsemos a esta casta corrupta. Ya impedirá la Comunidad Europea que el programa de incautaciones, coacción a los medios e impago de la deuda llegue a realizarse. Además, siempre podremos volver a votar a fuerzas constitucionales, pero ya renovadas”. A estos ignaros votantes de buena fe debemos explicarles el escenario que conlleva la victoria de todo régimen populista. La Historia de Argentina o Venezuela nos lo recuerda. Al poco tiempo de su victoria, los gestos totalitarios van apareciendo. La libertad de prensa comienza a acotarse. Las mejores empresas se marchan del país y la economía se arruina. No hay dinero, y como los mercados desconfían de España, financiarse cuesta unos intereses descomunales. El estado deja de recaudar y los servicios sociales desaparecen. Comienza la escasez de productos. La pobreza se extiende. Las instituciones democráticas son tomadas por el pablismo, que se perpetua en el poder. Los escraches violentos contra la oposición se hacen cotidianos. La televisión adoctrina sin cesar. España queda aislada. De momento, el lenguaje populista es más críptico que el de la casta, pues hacen malabarismos retóricos para no condenar a Maduro, y para no aclarar su programa. Sólo nos queda esperar que finalmente el votante español recupere su sensatez política.

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