Es relativo hablar hoy en términos de izquierdas o derechas. Depende sobre todo de la ideología desde la que se califica. Un ejemplo. Los comunistas llamaban socialfascistas a los socialistas. Stalin estigmatizó como fascista a todos los adversarios del Partido, o sea, a todos los demás, cosa que por desgracia practica hoy la izquierda cuando usa la palabra facha. Los falangistas por su parte condenaban a izquierdas y derechas, es decir, al resto. Eran los auténticos fascistas. En España sorprende que en los EEUU miren mal que se levante el puño. Y ello a pesar de que el comunismo es la ideología más totalitaria y criminal de la Historia, con la nazi. En España sólo se mira mal el saludo fascista, no el comunista. En puridad democrática, el fascismo y el comunismo deben ser condenados por igual. Sin embargo esto ocurre sólo en los países más cultos y desarrollados, como Alemania, que por otra parte sufrió ambos totalitarismos. Pero es en el mundo anglosajón donde este equilibrio democrático es mayor: nunca tuvieron dictadura ni de derechas ni de izquierdas. Los españoles sin embargo vemos a los anglosajones como conservadores porque los analizamos desde una cultura de izquierda radical. Tras la dictadura de Franco, una izquierda -que no había sido democrática tampoco- consiguió etiquetar de autoritaria a toda la derecha y extender su ideario a la sociedad, incluida a una acomplejada derecha. Hay muchos síntomas de ese radicalismo izquierdista español. Son legión los que piensan que el PSOE es de derechas, a pesar de que sus compañeros socialdemócratas europeos los ven como radicales. Aquí una huelga general sindical, con cierres violentos en todo el país, no se ve extremista. ¿Se imaginan que la derecha hiciera algo así? El único terrorismo de estos años ha sido de extrema izquierda y los acosos callejeros, incluidos escraches y asaltos a sedes del PP, también. Esos son los hechos. En cambio se habla mucho de la derecha extrema. Agárrense, ¿saben a quienes se refieren? A Gallardón, el amigo de El País, y a Esperanza Aguirre, partidaria de los derechos de los homosexuales, de legalizar las drogas, y de despenalizar la prostitución. Nuestro escoramiento es gordo. Mucho peronismo.