Se han vuelto a reproducir en las redes sociales los miserables insultos recibidos por Botín, esta vez dedicados a otro ilustre fallecido, Isidoro Álvarez. En España circula la convicción de que la riqueza es pecaminosa y de que los empresarios son explotadores sin escrúpulos. En realidad, alguien que trabaja tan intensamente desde los 18 hasta los 80 no persigue tanto hacer fortuna (poseída ya de antes o conseguida pronto) como dar un sentido calvinista de esfuerzo y mérito a su vida, haciendo que sus empresas sean las mejores. Gracias a ese afán por mejorar Botín ha conseguido 193.000 empleos que no existirían si el Santander no hubiese pasado de ser un banco local al número uno de la zona euro. Cien millones de clientes y más de tres millones de pequeños accionistas acreditan a una institución que beneficia a medio país -también a los humildes- con préstamos empresariales, gestión de nominas, préstamos para adquirir viviendas y salvaguarda de los ahorros de millones de familias. Sin olvidar sus intervenciones altruistas. ¿Quién querría que una institución financiera como ésa fracasara, salvo los rencorosos de la pancarta? El caso de El Corte Inglés es análogo. Isidoro Álvarez empezó a trabajar a los 18, y en los últimos 25 años ha conseguido crear una empresa que tiene 93000 empleados y que atrae a todos, incluso a sus detractores. Además, ¿Quién si no estos grandes banqueros son los que financian a la socialdemocracia y a ciertos medios progres?¿no son sobre todo estos empresarios los que pagan -vía impuestos- los “derechos sociales” reclamados por los que los insultan? España debe madurar. Mientras Botín y Álvarez no sean tratados como ejemplos en las escuelas seguiremos pareciéndonos en la forma de pensar no a Canadá o a Francia, sino a Corea o a Venezuela. Una manera de pensar que también contamina al lenguaje. Un ejemplo: este “estado social” nos obliga a pagar un seguro médico que a veces nos hace esperar meses para ser atendidos. En cambio somos libres de ser clientes o no del Santander o de El Corte Inglés. A la coacción sanitaria se le llama “derecho a la salud”. A la libertad de elegir o desechar banco o centro comercial, se le denomina “capitalismo salvaje”.