Los que en estos días salen a la calle en Cádiz en favor “del pueblo palestino” y en contra de Israel no son ni mucho menos defensores de los derechos humanos, como ellos mismos se autoproclaman, y sí organizaciones de la extrema izquierda camuflada. Primero porque no defienden a los palestinos sino a su verdadero enemigo, Hamás, una organización terrorista que tras la salida israelí de Gaza montó allí una inmensa base de armamento protegida por un escudo humano, el de su propio pueblo. Luego exhiben sus cadáveres como propaganda política. Si de verdad fueran defensores de los derechos humanos y no furibundos antisemitas, antiamericanos y antioccidentales, como es el caso, habrían protestado por todas las muestras de barbarie propias de la región. Pero nunca han movido un pelo por los derechos de los homosexuales y las mujeres en el mundo árabe, ni por los colegios masacrados por Assad, ni a favor de la mujer lapidada en Siria, ni por los cristianos de Mosul expulsados por Isis, ni desde luego por la violación sistemática de derechos de Hamás. No entro a valorar los sucesos de estos días porque quiero recordar lo fundamental del conflicto. Israel defiende su derecho a existir. Es la única democracia de Oriente Medio y un dique de contención para occidente ante la acometida de un océano de dictaduras árabes. Fue Israel la que aceptó el repartimiento original de la ONU de dos estados en Palestina Y fueron los árabes los que no, atacando a Israel en varias ocasiones con el resultado de derrota, sin que por ello hayan reconocido nunca al Estado judío. Sólo con saber que en Israel viven un millón y medio de árabes con sus derechos, está todo dicho. A Hamás no le importa la paz, ni los territorios ocupados, sino criminalizar y arrasar a Israel, como dice en sus estatutos fundacionales. Cabe recordar que Cádiz también aportó su granito de arena en la construcción de un Estado hebreo. Hace 70 años el franquismo permitió la fuga silenciosa de cientos de judíos que huían del Holocausto y que partieron de Cádiz con destino a Haifa, con el objetivo de encontrar una patria. La que hoy le niegan nuestros antisistema.