La socialdemocracia nórdica hizo una reestructuración del estado en los 90 en un sentido menos socialista y más liberal: más competencia, cheque escolar, gestión privada, control del gasto, etc. Por eso la crisis apenas se ha dejado sentir allí. A propósito, ¿es que es menos avanzada la izquierda holandesa, danesa o sueca que la española por no cuestionar su monarquía? Los alemanes, con Schröder, fueron los primeros socialdemócratas europeos que afrontaron la crisis con medidas adecuadas, por lo que Alemania ha sido menos castigada por ella. Además, cuando han emergido los partidos antisistema, los socialdemócratas alemanes, en vez de derivar a la izquierda, han pactado con el centro derecha constitucional, en aras de la estabilidad del sistema. A los socialistas franceses sin embargo, más cercanos al populismo latino, les ha costado mucho renunciar a sus principios para encarar la crisis: primero cambiaron los planes de Hollande, y por fin el ministro Valls ha aprobado una serie de recortes que le han costado fuertes críticas de los suyos. Pero lo han hecho. Y es que para afrontar la crisis no sirven las fórmulas socialistas de la primera época de Hollande o de Zapatero. Mientras tanto, el nuevo socialismo español de los aspirantes a la secretaria del PSOE se dirige en el sentido contrario al de sus homólogos europeos: trata de emular a la extrema izquierda. Esto es así, en parte porque el PSOE siempre ha conservado su alma radical, y nunca ha dejado de hacer suyo su pasado revolucionario. De hecho, ningún socialista ha pedido perdón por ello, a pesar de que hoy ya ha pedido perdón todo el mundo y por causas no tan graves, desde el Papa hasta el Rey, pasando por una derecha que lo hace implícitamente con su comportamiento acomplejado. Pero en parte también porque el PSOE se ve obligado a competir con esa extrema izquierda emergente elegida por un electorado nuevo cuya poca formación le hace ser cautivo de la demagogia populista. España necesita un partido socialista como los europeos, constitucionalista y que esté por la estabilidad de la nación. Es lo que está defendiendo, para los que lo quieran oir, la vieja guardia felipista, ésa sí auténticamente socialdemócrata.