La reciente abdicación de Juan Carlos cierra una etapa de la Historia de España que será recordada como de gran libertad y desarrollo. La profunda crisis de los últimos años está relacionada con los problemas económicos y con la corrupción de un intervencionismo político omnipresente y no con la estructura monárquica y democrática que votamos en la Transición, a la que debemos la estabilidad de este periodo. Una estabilidad, amenazada hoy desde el separatismo y desde parte de una izquierda que no está dispuesta a respetar el pacto constitucional. En un tiempo en el que predomina la protesta, creo adecuado moralmente mostrar agradecimiento a los líderes políticos que hicieron posible la pervivencia de este periodo de normalidad democrática e incorporación a la vida internacional. Con el tiempo adquirirán su verdadera dimensión. En primer lugar al Rey Juan Carlos, que diseñó un proyecto de España en el que tuvieron cabida todas las formas de pensamiento. Un proyecto que defendió con toda firmeza cuando estuvo a punto de ser destruido. También al Presidente Suárez, que tomó el encargo del rey de democratizar el país y lo llevó a buen puerto hasta conseguir una Constitución que por primera vez en la Historia de España estuvo consensuada por todos. Aunque la trayectoria de Carrillo durante la Guerra Civil forma parte de las páginas más negras de la Historia, en la época de la Transición supo estar a la altura: comprendió que la sustancia era la democracia y la contingencia la forma de Estado, así que terminó apoyando el proyecto reformista de Suárez. ¡Cuánta diferencia entre aquel PC, pleno de sentido de Estado y de afán de reconciliación, y éste de hoy, compuesto por revanchistas y antisistema, ávidos por desbaratar aquella obra! El apuntalamiento del sistema constitucional de monarquía parlamentaria lo llevó a cabo Felipe González, el líder más sabio de cuantos ha tenido el socialismo hispánico.A pesar de que su patriotismo le llevó a cometer errores gravísimos, Felipe será recordado por incardinar a su partido en la socialdemocracia, desterrar el marxismo, y asentar al país en el concierto internacional, logros hoy irresponsablemente puestos en cuestión por una parte de los suyos.