Acoso y derribo

En los hechos que voy a describir no me interesa tanto entrar de lleno en si hubo errores gubernamentales como en los métodos que la izquierda utilizó estos años para desalojar al PP del poder. Noviembre de 2002. Un petrolero se hunde frente a Galicia provocando una marea de chapapote. Según se dijo Galicia quebraría por muchos años. La izquierda organiza el mayor movimiento ecologista visto hasta ese momento. Finalmente, la normalidad vuelve a Galicia en unos meses y once años después los tribunales dictaminan que se trató de un accidente, que no hubo crimen. Febrero de 2003. La izquierda organiza una agitación nunca antes vista contra el gobierno del PP por haber apoyado la guerra contra Sadam, que había usado armas químicas contra su pueblo. España interviene sólo en labores humanitarias. Sin embargo, en 2011, Zapatero envía soldados españoles a luchar contra Gadafi, que acaba siendo torturado a manos de sus enemigos. No hay protestas. Diciembre del 2003. En Cataluña se produce un acuerdo entre separatistas, ecologistas, socialistas y comunistas para expulsar al PP del espacio constitucional (el famoso “cordon sanitario”). Marzo de 2004. El atroz atentado de los trenes de Madrid, lejos de levantar la indignación contra sus autores, provoca el mayor acoso de los últimos años contra el partido democrático de centro derecha que gobierna España. Sus sedes son asaltadas y sus representantes son acosados e insultados, acusados de mentir y de ser los culpables por haber metido a España en el pacto de las Azores. Marzo de 2012. Huelga general contra la Reforma Laboral del gobierno del PP. Los piquetes de los sindicatos de izquierdas coaccionan en todo el país, en ocasiones violentamente, a muchos ciudadanos que desean ejercer su derecho al trabajo. Primavera de 2013. Diversos políticos del PP son acosados en sus domicilios (“escraches”) por grupos de izquierdas. Estas auténticas operaciones de acoso y derribo, de raíz totalitaria, deben servir para abrir los ojos de los que en algún momento creyeron de buena fe en la demagogia. Considerar al adversario político como enemigo, acosarlo, recuerda al socialismo largocaballerista, nos acerca al peronismo y a Maduro, y nos aleja del occidente avanzado.

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