Actualizado Miércoles, 5 julio 2023 – 22:47
La ambigüedad gallega de su programa lingüístico -al fin y al cabo el castellano en Galicia también es fútilmente vehicular- deja las cosas donde están

Para entender la futilidad de la palabra vehicular aplicada a la lengua de enseñanza hay que asumir que si los escolares catalanes dieran la clase de gimnasia en rumano, el rumano sería ya lengua vehicular. De modo que Feijóo no dice nada cuando incluye en su programa la exigencia de que el castellano sea lengua vehicular en Cataluña. Entre otras razones, porque en su nivel full y fútil ya lo es y nunca ha dejado de serlo. La ambigüedad gallega de su programa lingüístico -al fin y al cabo el castellano en Galicia también es fútilmente vehicular- deja las cosas donde están. Es decir, en la imposibilidad de que los escolares catalanes estudien en la lengua oficial del Estado y en la evidencia de que el catalán es la única lengua de la enseñanza y de la comunidad educativa. Las dificultades políticas para acabar con el sistema lingüistico imperante en Cataluña son obvias y es posible que hubieran de afrontar, incluso, alguna objeción constitucional. Pero eso no autoriza a Feijóo a confundir a los ciudadanos dándoles a entender que si llega al poder el castellano será -seriamente hablando- lengua de la enseñanza en Cataluña.
Es francamente improbable que el Pp consiga, ni en la próxima legislatura ni en cualquier otra, corregir la insólita anomalía española, que arranca de la Transición y que se consolida en la práctica de los sucesivos gobiernos socialistas y conservadores, de que haya españoles que no puedan completar de punta a cabo sus estudios en la única lengua oficial del Estado. Porque a qué engañarnos: tampoco le veo suficiente valor político para solucionar el asunto como en realidad le gustaría, proponiendo que catalán, gallego y vasco sean también lenguas oficiales del Estado y resolver por elevación la anomalía. Mucho más útil, y también electoralmente más rentable, sería que Feijóo y su partido trataran de buscar salidas reales al problema que denuncian: esto es, que muchos escolares catalanes acaban sus estudios con un conocimiento deficiente del castellano. Si Feijóo cree eso, la solución la tiene al alcance de la mano. No consiste en esperar lealtad de los enseñantes catalanes -el búnker más cermeño y blindado del nacionalismo, claramente responsable de la pavorosa decadencia del sistema educativo- en la aplicación de ridículos porcentajes vehiculares. Ni tampoco eficacia en la misión imposible de los virtuales agentes de la Alta Inspección Educativa. Basta con que mediante un cambio legislativo perfectamente realista instaure en cada tramo de la enseñanza -y adecuado a él en cuanto a exigencia- un examen que evalúe el manejo lingüístico en castellano de los alumnos, y sea ese examen aduana final e irrevocable para que en nombre del Rey se otorguen los títulos.
Patriota hasta el morfema, le facilito sin coste la denominación pertinente: Examen de Estado.