Telecinco se salva salvándonos de “Sálvame”. Jorge Bustos

Actualizado Martes, 9 mayo 2023 – 00:01

Hace falta una profunda hispanofobia o la conciencia clasista de un negrero de Alabama para defender que la única compañía que merece la gente solitaria y modesta de España es la de Belén Esteban

Ana Rosa Quintana y Jorge Javier Vázquez.
Ana Rosa Quintana y Jorge Javier Vázquez.MUNDO

Las redes han reaccionado al final de Sálvame con eufórica unanimidad. No siendo España país para unánimes, que izquierda y derecha tuiteras detestaran por igual el programa más seguido de la televisión nos obliga a ensayar tres hipótesis no necesariamente incompatibles. Primera, que las razones de la cancelación son tan económicas como morales; es decir, que la nueva dirección de Telecinco se salva a sí misma salvándonos a todos de un Sálvame que perdía audiencia. Segunda, que los espectadores de Sálvame no estaban en Twitter. Y tercera, que los españoles de izquierdas y de derechas no son tan distintos como sus representantes políticos pretenden.

El autor intelectual del programa icónico de la telebasura que ya va camino del vertedero no fue Jorge Javier Vázquez, que seguirá haciendo tele, sino Paolo Vasile, a quien Javi Gómez entrevistó para este periódico en 2016. Cuando le preguntó por qué Sálvame no se había vendido a ningún otro país del mundo, Vasile respondió con rotunda coherencia, exactamente como uno de sus personajes de plató: «Porque nadie tiene las pelotas que tenemos nosotros para hacerlo». Me temo que el antiguo capo de Telecinco equivocó el órgano elegido para alojar la valentía de su propuesta visual, que no exige testículos sino más bien estómago: uno de contornos elásticos, paredes gruesas y abundante ácido para procesar residuos como el que usa la mafia para deshacerse de los cadáveres.

Ahora bien, las metonimias tópicas entre Italia y la cosa nostra no proceden nunca y menos con Vasile, que es un romano fino, lo cual agrava su culpa. En aquella entrevista decía más cosas: «Al público no hay que mejorarlo ni educarlo, solo acompañarlo»; «El cinismo es necesario, pero odio la hipocresía»; «Telebasura es un concepto altivo del pseudointelectual que piensa que la gente come basura. No ofendes a la mierda sino al público». Este florilegio de citas no necesita mucha exégesis: el pueblo quiere mierda y se la vamos a dar. Una antropología de cuadra que podríamos bautizar como despotismo antiilustrado y que ha moldeado el sentido ético y estético de las clases populares españolas durante dos décadas. No se trata de reponer La clave en prime time, pero hace falta una profunda hispanofobia o la conciencia clasista de un negrero de Alabama para defender que la única compañía que merece la gente solitaria y modesta de España es la de Belén Esteban, y que su único alimento espiritual debe proceder de una lonja de casquería. El hecho de que su presentador ejerza de abogado de la coalición progresista termina de demostrar que lo que se come se cría.

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