Pam. Salvador Sostres

Para nosotros la liberación sexual es al revés: sexo para qué

Salvador Sostres

SALVADOR SOSTRES

05/03/2023
Actualizado a las 04:28h.

Soy muy partidario de Pam, la secretaria de Estado de Igualdad. Me escandalizo con ella porque el 75% de las muchachas españolas todavía prefieren la penetración. A mis 47, Pam, no te puedes hacer una idea del esfuerzo farmacológico y de concentración que tengo que hacer para insistir en los cuerpos que ya no merezco.

Si estas chicas, tan dulces y a las que tanto agradezco, tuvieran la bondad de hacer caso a Pam y les bastara con autocomplacerse, la vida sería mucho más sencilla para este pobre columnista de provincias. Resuelta la vanidad de despertar aún pasión en una joven tan hermosa, empeñarme en materializarla es ya para mí retórico. Estoy contigo, Pam. Soy el más entusiasta de tus fans. Habiendo en España restaurantes y toreros tan extraordinarios, no sé a quién le pueden aún quedar ganas de penetrar, Pam.

Sólo te pido que me permitas convocarte en mis noches esdrújulas para que una vez decantada la suerte, cuando mis amantes insistan en reclamarme eso que tú tanto aborreces, pueda agraciarlas con la sorpresa de que entres en la habitación y las instruyas en su verdadero placer; mientras, yo, muy discretamente, me voy a la cocina a preparar unos gintónics, y unos tacos de lomo que con la ginebra siempre vienen bien, para que cuando des por terminadas tus enseñanzas podamos tener los tres un momento de agradable conversación. Esto es lo civilizado: beber y hablar. En casa es lo que siempre me enseñaron; y lo otro pues lo hacíamos porque entonces el ímpetu tiraba de nosotros. Pero nunca, Pam, guardó demasiada proporción con nuestra clase social, ni mucho menos ahora con mi edad.

Me alegra que nos entiendas, Pam, a pesar de que tú, la penetración, no te has visto nunca en el abismo de ejercerla: no sabes cómo es la presión del estadio en pie aclamándote en su furor. Los hombres, Pam, chutamos cada noche el último penalti de la final del Mundial. Lágrimas de plástico azul acostumbradas a hacer noche en el cristal, y a veces ni eso nos sirve de atajo. No sabes, Pam, el trabajo que nos cuesta poner toda aquella sangre en circulación y centrarnos en pensamientos mitad lúbricos, pero mitad burocráticos también, para que un exceso de emoción no nos acabe precipitando casi antes de empezar. Si yo odiara a los hombres, Pam, les condenaría a la penetración eterna. Para nosotros la liberación sexual es al revés: sexo para qué, teniendo ya familia, amigos, gintónics y puros. Sólo alguna benéfica y muy de vez en cuando. Por lo demás, saber que podríamos nos basta. Y luego para los detalles, pues Pam.

Deploro, Pam, que por habernos querido liberar de nuestras pesadas cargas, te hayas visto sometida a semejante escarnio. Pero estoy convencido de que la mayoría de hombres de derechas, católicos, gordos y calvos, blancos, obsolescentes y sentimentales, aunque en las sobremesas te maldigan para hacerse los importantes, por dentro te dan como yo las gracias. Nadie como tú nos ha comprendido tanto. Soy tuyo y eres mía, Pam.

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