Cualquier catalán de cualquier género, ideología o clase social nace con el tic del agravio, expresado a través del Barça o de la política


26/02/2023 a las 01:49h.
Nacer catalán es nacer con tres taras y una es consecuencia de la otra. Para poder ser un catalán libre y buena persona hay que resolverlas las tres, una a una y por orden.
La primera corrección es asumir que nos cae bien España. No hace falta tener un gran sentimiento de españolidad pero sí entender que España es maravillosa, desde Lugo hasta Cádiz, desde San Sebastián hasta Granada, desde Ibiza hasta Cáceres. Me cae bien España, es una chica sexy, simpática y nos prepara unas cenas fantásticas. La mayoría de los catalanes no nacemos con esta información genética y tenemos que esforzarnos para incorporarla. Nos lleva un tiempo admitir que nos gusta, que nos divierte, que nos da la vida todo aquello que de generación en degeneración nos han enseñado a despreciar y a odiar.
Asumido lo que nos hace felices, y en paz con nuestro instinto de alegría, la siguiente tara, más difícil de resolver que la primera, por lo enraizada que está en nuestros corazones y en nuestros cerebros, es que ni España ni ‘los españoles’ quieren robarnos nada por el hecho de ser catalanes, ni perjudicarnos, ni hacernos tropezar, ni regatearnos lo que merecemos. Cualquier catalán de cualquier género, ideología o clase social nace con el tic del agravio, expresado a través del Barça o de la política -que en Cataluña es una cosa y lo mismo-, y que le lleva a vivir con la angustia de que por causa de su lugar de origen le están quitando lo que le pertenece. La gran metáfora de Cataluña, la más exacta, la más transversal y diáfana, es el penalti de Guruceta. Nunca desde entonces hemos dejado de creer que se nos debe algo, y aún sufrimos el terror nocturno de que como un eterno retorno aquel penalti se nos vuelve a pitar cada día. Corregirse lleva muchos años y nunca acaba uno de curarse. Ser catalán es crónico. Y hacerse adulto en Barcelona es aprender a descontarlo de tus razonamientos para no hacer el ridículo cuando hablas con un amigo de Valladolid o de Sevilla.
Sólo con estas dos taras controladas puedes por fin resolver la tercera, que es ser un buen padre. El secreto mejor guardado de Cataluña es que es la tierra con los peores padres de Europa. Hay tantos enfermitos configurados en el victimismo nacional, y en ser unos hipócritas, que la mancha se extiende a lo íntimo y acaban siendo unos padres narcisistas, mezquinos, tan extraviados persiguiendo fantasmas que no hay en el centro de sus vidas espacio para sus hijos; y aunque dicen que los que quieren, los conceptúan como gastos, casi nunca son el eje vertebrador de su ocio, no les llevan a los buenos restaurantes, y les educan en el resentimiento, que es el egoísmo más salvaje. Sólo cuando eres capaz de disfrutar en paz de vivir en el mejor país del mundo puedes ser generoso, un hombre entero, entregado a una vida que espera algo de ti que no sea que digas que la culpa es de España mientras muy cínicamente y para gastarlo en fulanas, con la otra mano te llevas las ganancias.