La indagación del mal y el matasanos. Andrés Trapiello

Actualizado Viernes, 24 febrero 2023 – 

La indagación del mal y el matasanos
JAVIER OLIVARES

Las flores del mal es uno de los grandes títulos de la literatura, el primer libro propiamente moderno, se entienda con esto lo que se quiera entender. Con Las flores del bien trató Pemán, pobre, de enmendarle la plana a Baudelaire, quilates poéticos de uno y otro libro aparte. No obstante, la cosa apunta a un asunto de cierta importancia, fundamento de la misma modernidad: ¿el mal es más fotogénico que el bien y todas las familias felices se parecen, o no? No es tan simple: desde luego que los personajes malvados suelen ser más resultones que los bondadosos, y el loco, más literario que el cuerdo, y que el orden es aburrido, pero también que suele ser preferible tratar con un malo a con un tonto, aunque, en la vida real, se tolera mejor el tonto bueno que el malo listo, claro (y ya termino) que las combinaciones en ese terreno, entre el tonto útil y el malo inútil, son casi infinitas, habiendo quien niega la mayor: no hay tonto bueno.

Veamos el caso del señor Tezanos, director del Cis.

Este artículo llega con mucho retraso y cuando ya se ha dicho de ese hombre todo lo que se puede decir. Pero lo cierto es que, como los personajes de destino, él ha ido mutando desde que lo pusieron al frente de esa institución que ha sido tan necesaria. El poder tiene la virtud de sacar lo mejor o lo peor de una persona. Ya lo contó uno hace tiempo en esta hoja. Gracias a una encuesta del Cis verdadero, o sea, de antes de que él llegara, conocimos el número de españoles que decían haber leído el Quijote. Se veía que los encuestados mentían, pero no la encuesta: dos de cada diez aseguraban haberlo leído, pero solo el 16% de ese 20% supieron decir el nombre de don Quijote, Alonso Quijano, y solo el 8% el de Dulcinea, Aldonza Lorenzo. Desde que está Tezanos al frente no se sabe nada, ni lo que mienten los españoles ni cuándo dicen la verdad, solo lo que desean quienes mandan y su señorito: seguir mandando.

Hoy Tezanos es la contrafigura de quien le puso al frente de ese cortijo. Sánchez no responde y Tezanos no pregunta. Sánchez no responde ni una sola pregunta que le incomode electoralmente (y son decenas) y Tezanos tampoco pregunta nada que le incomode a Sánchez. Sánchez podría responder por cortesía parlamentaria al menos, pero Tezanos debiera preguntar por obligación, porque es su trabajo, porque sería de gran utilidad y porque cobra por ello.

Y precisamente porque las encuestas del Cis eran tradicionalmente de tanta solvencia, se esperaban siempre con gran expectación y, en algunos casos, con grandes expectativas, ya que alentaban las grandes esperanzas. No solo se les reservaban las primeras páginas de los periódicos y los primeros minutos de los telediarios, sino que venían anunciándose desde una semana antes. Y cuando al fin se conocían, entretenían durante días en la radio a los especialistas, volcados en analizar con minucia las vísceras de esos augurios. Eso ya no sucede. En apenas tres años ese hombre ha malbaratado el crédito de la institución, y no solo: se le dedica a sus encuestas el mismo tiempo que se emplea en compulsar una quiniela. Incluso aquellos medios afines al gobierno se diría que esconden sus resultados, avergonzados de la manipulación descarada a la que Tezanos somete los datos de su sociología casera. Ha dejado de ser noticia. En apenas tres años ha pasado así de ser un personaje de destino a uno de carácter o característico, por usar la distinción ferlosiana.

El western y el cine negro han dado, entre otros personajes secundarios, un gran característico: el matasanos. Y eso es hoy Tezanos, un matasanos, ripio incluido. En el cine, un médico viejo, con barba de días, que se pasa el día en el saloon o en su casa, agarrado a una botella. Por lo general ejerce sin licencia. Pero es al que van a buscar por ser el único en cien millas a la redonda. Se suelen requerir sus servicios para extraerle una bala a alguien, por lo común un pistolero o un gánster. La operación concluye con el sonido cantarín que hace la bala sanguinolenta, una vez extraída, al caer en una jofaina de metal.

Claro que hay una gran diferencia: en las películas del oeste y de serie b, el matasanos suele ser una buena persona, un estoico maltratado por la vida, al que se obliga, a punta de pistola, a ejercer su profesión («Edmond O’Brien, el periodista borrachín de El hombre que mató a Liberty Valance, haciendo de Thomas Mitchell, que a su vez fue el matasanos de La diligencia. ¡Qué actores!», recuerda Savater, atraído por el destino común de periodistas, escribidores y matasanos). Pero Tezanos no. Es parte de la banda y un actor mediocre. Ni siquiera se molesta ya en disimular sus escabechinas. Hasta las elecciones, ¡cuánto trabajo por delante para nada! ¡Cuántas balas que sacar del cuerpo moribundo del gobierno y cuántos costurones por hacer en eso que ya era, de partencia, un frankenstein! Alguien que era un malo imprescindible, convertido ahora en un villano infeliz al que desprecian hasta sus propios compinches. Su sectarismo ya no les sirve de nada, y lo tratan como a un tonto inútil, la peor de todas las combinaciones. No dice uno que sienta simpatía o compasión por él (las mías seguro que no las necesita), pero sí una enorme curiosidad. La modernidad en cierto modo es también el okcorral de las anomalías, la indagación del mal.

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies