Por la emersión. Arcadi Espada

El objetivo de la inmersión era, sencillamente, la sustitución de la lengua materna del individuo por la lengua materna de Cataluña

Manifestacion en Canet a favor de la educación sólo en catalán.
Manifestacion en Canet a favor de la educación sólo en catalán.GORKA LOINAZARABA PRESS

La mentira fundacional del proceso de inmersión lingüística es que su principal objetivo era que los castellanohablantes dominaran «la lengua propia de Cataluña» como los catalanohablantes. Esto, que podría haber tenido algún sentido técnico entre lenguas alejadas, era ridículo en el caso de dos dialectos. Unas horas de enseñanza del catalán o del castellano -según razones sociolingüistas- y la exigencia consiguiente de la competencia habrían asegurado el objetivo, sin renunciar a la enseñanza en la lengua materna del alumno. El objetivo de la inmersión era, sencillamente, la sustitución de la lengua materna del individuo por la lengua materna de Cataluña.

Una mentira correlativa, y que les ha estado perfectamente bien empleada a los nacionalistas, es que la enseñanza en una lengua distinta de la materna trae fracaso escolar y, por lo tanto, la desigualdad social que precisamente trataba de contrarrestar la inmersión. Que el fracaso esté correlacionado con esa circunstancia no quiere decir que esa circunstancia sea la causa. Dos i dos són quatre como dos y dos son cuatro, y eso es todo.

Los padres catalanes que así lo decidan deben tener derecho a una enseñanza en castellano para sus hijos porque así lo dicen la ley y el sentido común, haciendo hincapié en comúndado que se trata de la lengua oficial del Estado. Cuando el poder político autonómico decide ignorar la ley y la razón el asunto deja automáticamente de tener que ver con la lengua para vincularse con la democracia. A partir de ese momento, la estrategia de los demócratas debe prescindir de lloriqueos dickensianos sobre la suerte de un pobre niño al que, a tenor de algunas crónicas, parece que le hayan cortado, puramente, la lengua. Los demócratas deben movilizarse por tierra, mar y aire contra el nacionalismo, su arbitrariedad y su siniestra y connatural tentación totalitaria. En los tribunales, en el parlamento y, por supuesto, en la calle. Contra los políticos que ignoran la ley, pero también contra aquellos de sus conciudadanos que, ellos sí, se movilizan sin ningún miramiento civil para apoyar un acto delictivo. En Cataluña no solo hay un problema entre el poder y una parte de los ciudadanos, sino que hay un problema entre sus ciudadanos. Este problema no se resolverá mientras solo una de las dos mitades se crea con la autoridad moral de increpar y de intimidar a la otra. Exactamente no se resolverá hasta que la palabra ¡nacionalista! no retumbe en el espacio público como un insulto.

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