Marta. Por Salvador Sostres.

Marta Ortega representa la victoria de la mujer y la derrota del feminismo, que ha asistido con rabia a su nombramie

No escuché a ningún izquierdista darle las gracias al señor Ortega por sus importantes donaciones a los hospitales tal como ahora no he visto a ninguna organización feminista agradecerle la confianza que ha puesto en su hija Marta para presidir Inditex, la primera empresa de España. Preferimos agitar a los pobres que coman gracias al puesto de trabajo que les da un empresario. Preferimos el cáncer a que ayude a tratarlo Amancio Ortega. Margaret Thatcher no cuenta como mujer. Isabel Windsor tampoco, por no hablar de la princesa Leonor. La presidenta de Madrid no es una mujer y Marta Ortega es directamente un monstruo. La izquierda española no tiene deseo de mundo mejor ni ningún interés porque las cosas te

 vayan bien. El feminismo en España es un resentimiento. El igualitarismo no es ni siquiera una vocación, sino un odio contra la libertad porque no pueden controlarla.

Todo el mundo se cree en el derecho de darle lecciones a Amancio Ortega, pero nunca he visto que nadie que se las dé haya creado tanta riqueza como él, ni haya contribuido de un modo tan decisivo a que más personas que nunca antes en la Historia vivan incorporadas al sistema del bienestar. He tenido que soportar la carraca de muchas feministas pero no he visto a ninguna que fuera más importante, ni más valiosa, ni más mujer ejerciendo su poder que Isabel Díaz Ayuso o la maravillosa baronesa Thatcher, que en paz descanse. Si alguien cose el hilo que todavía nos une a la gran victoria de la Segunda Guerra es la reina de Inglaterra, y si alguien lo descose es este populismo vulgar, hortera y ramplón que fue todos los cristales rotos de los años 30.

Marta Ortega representa la victoria de la mujer y la derrota del feminismo, que ha asistido con sectarismo y rabia a su nombramiento. Marta es la certificación de que el libre mercado y los empresarios son el único y auténtico motor de la libertad y que la planificación y el socialismo son tercermundismo de odio africano, brutal y estéril. Nadie ayuda más a los pobres que los empresarios con sus puestos de trabajo y sus empresas. Nadie ni nada abre más espacios de libertad que el capitalismo, con todos sus defectos, con todos sus corruptos, con todos sus colapsos, pero que al final tiende siempre a la meritocracia, a la calidad, y a derribar los muros. Marta Ortega, la hija de Amancio, es una victoria de esta calidad, de esta libertad, de este vigor mercantil contra el viejo atraso socialista, ludita y carlista que quiere reducir el mundo a la medida de sus limitaciones intelectuales, vitales y morales.

Llevado por el entusiasmo ideológico, un día compré un jersey en Zara y he de confesar que cuando me lo probé me resultó tan espantoso al tacto que se lo regalé a uno de estos amigos míos jóvenes que ahora empiezan. Lo digo porque no adoro a Amancio por lo que produce, sino por lo que representa, y porque me excita vestir de Bel mientras que los que insultan a Marta no tienen más remedio que ir todos uniformados como secretarias de Zara.

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