El fútbol no es “football”. Por José María Carrascal.

Nuestro fútbol se parece cada vez más al ‘football’ norteamericano, empezando por el uso de brazos y manos, prohibidos en su reglamento

Imagino a mis colegas de Deportes preguntándose qué diablos hago yo metiéndome en su terreno, nunca mejor dicho, sin tener idea del mismo ni nadie me haya invitado. Vayan, pues, por delate mis excusas, y la única disculpa que puedo dar es que el fútbol es hoy bastante más que un deporte, debido a la popularidad que ha alcanzado, las pasiones que despierta y los miles de millones de euros o dólares que mueve. A lo que podría añadirse la preocupación que me causa la deriva que ha tomado.

Me refiero concretamente a eso que los especialistas llaman ‘juego físico’, que en la práctica se traduce en usar todos los miembros y músculos con la máxima potencia para llevar el

 balón hacia la meta contraria, objetivo del juego. Y eso es lo que le está echando a perder. Como su nombre inglés indica, ‘foot’ (pie) ‘ball’ (pelota), su traducción al español lo indicaba literalmente: ‘balompié’. Pero al pronunciarse ambas palabras lo mismo debido a las originalidades del inglés, terminó imponiéndose la voz inglesa fútbol. Mientras ‘football’ se convertía, en Estados Unidos, en lo que en Europa conocemos por rugby, un deporte que sólo conserva del original el patadón que se da para reafirmar el tanto, aunque la portería está en sentido contrario, y jugarse con todo el cuerpo, quedando para nuestro fútbol el nombre de ‘soccer’, tan diferente que al principio sólo lo practicaban los chicos que no servían para otros deportes, lo que le convirtió en el preferido de las chicas, que ya han ganado algún campeonato mundial.

Lo que estoy viendo, sin embargo, es que nuestro fútbol se parece cada vez más al ‘football’ norteamericano, empezando por el uso de brazos y manos, prohibidos en su reglamento con penas tan duras como el penalti si el balón los toca dentro de su área. Otro tanto ocurre con los agarrones, a menudo tan apasionados como los amorosos, por no hablar de las cargas, antes permitidas sólo lateralmente, con el hombro, y ahora practicadas desde delante y desde detrás para impedir que el jugador contrario siga adelante con la pelota, camino de la portería. De seguir por ese camino, terminaremos con la melé, una pila de cuerpos sobre la pelota.

No sé quién tiene la culpa, los árbitros que permiten el ‘juego físico’, los entrenadores que advierten a sus defensas ‘que pase el balón, pero no el jugador’ o los jugadores con más fuerza que habilidad, incapaces de detener a quien juega mejor que ellos. El caso es que así tendremos cada vez más lesionados y menos goles.

Con lo fácil que sería cortarlo: un par de tarjetas rojas a quienes confunden fútbol con ‘football’ arreglaría la cosa.

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