Que sobre la obligatoriedad de la vacunación haya disposiciones contrarias es responsabilidad de los científicos

Oh, se rasgan las vestiduras porque el buen pueblo suizo ha sido llamado en referéndum a decidir si es obligatorio el pasaporte Covid para entrar en los bares. Se preguntan con voz de campana: ¿cómo puede el pueblo decidir sobre cuestiones científicas? Ah, los científicos. Los científicos se están desvelando como personajes de una gran cuquería. En esta pandemia se les ha puesto una cara de clérigos que ni el gran Jules Benda pudo prever. ¿Han dicho algo los científicos sobre el pasaporte? Por supuesto que no. Como en realidad, y salvo raros casos como el del científico del CIS Luis Enjuanes, tampoco han dicho nada sobre la obligatoriedad de las vacunas. Deben de considerar que es un asunto político, y ellos no se meten en política. Sin embargo, a cada minuto están diciéndoles a los políticos que endurezcan la obligatoriedad de las mascarillas y que cierren los locales de intensa interacción social, de los que viven personas, que al revés de ellos, no tienen el sueldo asegurado.
Es una paradoja inquietante. Para cualquiera que guíe sus decisiones por la Ciencia resulta desmoralizador que sus oficiantes recomienden la obligatoriedad de medidas cuya eficacia es discutible y circunstancial mientras se ponen de perfil ante la única medida indiscutible y no sujeta a condición particular alguna. Hasta tal punto inquietante que habrá el que piense que cuando los científicos no se arriesgan a recomendar la obligatoriedad de la vacunación debe de ser porque tienen información que el pueblo, incluido el suizo, ignora. Pero yo no lo creo. Creo, en cambio, en su debilidad moral. Dado que las vacunas tienen un pequeño porcentaje de riesgo deben de preferir que sean los políticos los que carguen con él. Con mucha mayor frecuencia de la que sería soportable, detrás de la invocación del método científico y de la precaución asociada al manejo de los hechos, hay una variante, ciertamente sofisticada, pero indeseable de cobardía moral. El desastre causado por los confinamientos a que los científicos obligaron se oculta en las estadísticas. No tiene rostro, a diferencia del que muere por un ictus postvacunal. Me temo que el rostro de la muerte y sus titulares afectan mucho al coraje científico.
Si los suizos llaman a sus ciudadanos para que decidan sobre el pasaporte Covid es porque se trata de una medida desnudamente política, sobre la que los científicos callan. El hecho de que en el mundo, ¡y en la propia España!, haya disposiciones contradictorias sobre la obligatoriedad de la vacunación es responsabilidad, principal, de los científicos. Tratándose de la única medida terapéutica, no estrictamente medieval, que han logrado generar en la pandemia su dejación civil es francamente meditable.