Sobre la rendición eterna
- ARCADI ESPADA
Actualizado Lunes, 23 agosto 2021 – 22:
Blair se pregunta a continuación por qué Occidente no encara la lucha contra el islamismo del modo como encaró la lucha contra el comunismo, con la fuerza de las ideas y la fuerza militar

Tony Blair, el ex primer ministro británico, ha dicho la mejor palabra pública, de una inspirada beligerancia, sobre la retirada de Afganistán, en un artículo publicado en su página, lleno de lucidez y coraje. «Quisimos que Afganistán pasara de ser un estado terrorista a ser una democracia convencional. Pudo haber sido una ambición fuera de lugar, pero no fue innoble. Hoy parece considerarse que el establecimiento de la democracia es una ilusión utópica y la intervención, casi de cualquier tipo, una bobada». Ese es, en efecto, el estado de ánimo dominante, cruelmente encarnado en la figura de este Joe Biden, más que padre de la patria, su abuelo. A él se dirige Blair, sin nombrarlo, con esta frase específica: «[La retirada] obedece a este lema político imbécil del ‘fin de las guerras eternas’». Blair aclara que es una frase sin sentido porque el calado de la presencia occidental en Afganistán nada tiene que ver con el de hace 20 años. Pero su artículo, casi una arenga, va mucho más allá. Blair considera que la guerra, si no para siempre, hasta que sea necesario. Y una razón es esta: «El islamismo es un desafío estructural a largo plazo porque es una ideología totalmente incompatible con las sociedades modernas basadas en la tolerancia y el gobierno secular». Blair se pregunta a continuación por qué Occidente no encara la lucha contra el islamismo del modo como encaró la lucha contra el comunismo, con la fuerza de las ideas y la fuerza militar: «[El comunismo] duró más de 70 años. Durante ese tiempo nunca habríamos soñado con decir: ‘Bueno, hemos estado en esto mucho tiempo, deberíamos rendirnos’». La analogía es razonable. La lucha contra el comunismo fue, además, mucho más difícil. Una quintacolumna perfectamente enquistada, respetada y activa dificultaba los planes de las comunidades democráticas. Aunque visibles y audibles, y emboscados a veces en el oportunismo de las indecentes prácticas relativistas, la potencia de los islamófilos e islamófilas contemporáneos es sensiblemente menor. Y sin embargo, a menos de dos décadas la rendición parece declarada.
Leía el mensaje de Blair cruzándose con el resumen de una entrevista al soldado Robert O’Neill, originalmente publicada en el Journal du Dimanche. Al parecer se trata del hombre que mató a Bin Laden. Siempre me sorprende el impudor obsceno con que algunos asesinos circulan por los medios. Mucho más en la tradición americana, cuando aún no se sabe quién mató a Liberty Valance. O’Neill, enviado por el pulidísimo Obama, dejó el mundo intacto. Intacto menos uno, concedamos. Blair quiere cambiar el mundo. Al menos queda uno.