La peor parte (Viva Cádiz del 3 de octubre de 2019)

Este verano en La Concha, en San Sebastián, deseé encontrarme a Fernando Savater para haberle dado un abrazo, aunque no lo conozco en persona. Para mí, Fernando es un referente moral: lo recuerdo con ese grupo de valientes (Rosa Díez, María San Gil, etc.), concentrándose durante años tras cada atentado de ETA, al principio solos, pero más tarde, rodeado de miles de personas. Todo ello desde una desacomplejada y necesaria posición de izquierdas a favor de la Constitución y de la bandera nacional.

Pues bien, tras leer “La peor parte”, su reciente libro, mi afecto por él ha crecido, si cabe. Se trata de un homenaje que Fernando le dedica a su mujer, Pelo Cohete, muerta de un cáncer de cerebro en 2015. El texto es un enternecedor canto de amor, hasta el punto de confesar que sus libros los escribía por y para ella, por lo que asegura que ya no escribirá ninguno más. Pero el libro es muchas más cosas: una recreación de los momentos felices vividos juntos, una descripción de la enfermedad y muerte de Sara y algunas pinceladas políticas sustanciosas (Savater se declara aún menos partidario de Pasionaria que de Franco). Pocas veces un autor español -los anglosajones son otra cosa- desnuda sus debilidades tan descarnadamente cuando escribe sobre sí mismo como Savater (quizás Juan Goytisolo en “Coto Vedado”). De nuevo ahí muestra un arrojo descomunal -también cuando manda a tomar por c. a la Universidad vasca y otras instituciones-.

Para el lector gaditano, el libro tiene un interés extra. Savater cuenta que su grupo fletó un autobús (el primer bus político en España, idea de Sara), para ir explicando la situación del terrorismo vasco por toda España, hasta llegar a su destino, Cádiz. Al respecto, Savater dice: “…donde realmente la población se volcó y mostró un entusiasmo que nos emocionó a todos los expedicionarios fue en Cádiz. Desde que llegamos…las muestras de interés y afecto fueron constantes. Y el acto de cierre de nuestro viaje en el precioso escenario de San Felipe Neri, tan cargado de remembranzas constitucionales, fue reconfortante para quienes más habían sufrido y para los que tantas veces nos habíamos sentido algo olvidados por el resto de nuestros compatriotas”.

Yo viví aquel emocionante hito junto a unos viejos amigos reencontrados. Fuera, las calles rebosaban de gente que no cabía.

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