¿Qué sé yo?

Las últimas elecciones han desplazado a muchos que ocupaban puestos de poder. No es el caso de José María González, del que ahora se dice que ha ganado porque Cádiz es misteriosa. No hay misterio. Ha ganado porque una gran parte del periodismo influyente lo presenta como un líder cercano y afable que lidera una fuerza democrática normal (no como la “extrema derecha” de Vox), y muy pocos en Cádiz resaltan su mala gestión y su condición de comunista antisistema. También porque explotar lo de “gadita” -que lo será, no lo dudo- le ha beneficiado.

Pero no quería yo hablar hoy del resultado electoral, sino hacer unas reflexiones sobre la vida, partiendo de la situación de quienes tenían poder y ya no (obviamente poco útiles para quienes siguen en el pesebre, antes del PSOE, y ahora de Podemos). Para lo cual recurro al gran Montaigne, escritor brillante y “moderno”, que tras haber gozado de los oropeles del poder decidió, en febrero de 1571, retirarse a la torre de su castillo y dedicarse a responder por escrito a una pregunta: “¿Qué sé yo?”. El resultado son sus “Ensayos”, unas reflexiones personales insuperables, fundamentadas en su vastísima cultura clásica.

Montaigne hace una recomendación vital: “los libros son el mejor viático que he encontrado para este humano viaje”. Para este hombre nacido en un castillo de Aquitania, “no hay desierto como el vivir sin amigos; la amistad multiplica los bienes y reparte los males, es el único remedio contra la adversa fortuna y un desahogo del alma”. Y abunda, “la amistad es el más alto grado de perfección de la sociedad”.

Su padre le hizo pasar por una extraña experiencia educativa, lo envió los tres primeros años de su vida a una choza de campesinos para que supiera de los rigores de la pobreza. Leyó a los clásicos, estudió leyes, y ocupó altos cargos de la magistratura hasta su retirada voluntaria a los 39 años. A partir de la muerte de su mejor amigo sus prioridades se modifican: “la principal ocupación de mi vida es pasarla lo mejor posible”. Sobre la propia muerte dijo, “no os concierne ni muerto ni vivo: vivo, porque sois; muerto, porque ya no sois”.

Montaigne se adelanta al liberalismo al condenar el victimismo, tan extendido hoy, y apelar a la responsabilidad personal: “A nadie le va mal durante mucho tiempo sin que él mismo no tenga la culpa”.

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