Desconcierto

Rajoy ha sido criticado porque se comportó como un socialdemócrata, subió impuestos, no rebajó el gasto público, y exasperó a muchos de sus votantes no enfrentándose a la manipulada memoria guerracivilista y a la ideología de género de la izquierda. Son críticas incuestionables que han dividido al centro derecha y lo han llevado a la derrota.

Sin embargo hay algo que debe reconocerse. El gobierno del PP alejó a España del abismo. Evitó una dura intervención europea cuando el país estaba en la bancarrota de Zapatero, solucionó la ruina, no de los Bancos como se dice, sino de las Cajas de Ahorros, entidades regidas por políticos y sindicalistas (la banca privada ayudó a esa solución poniendo 20.000 millones: la izquierda debe darse por enterada de una vez), hizo una reforma laboral que recuperó el empleo a niveles anteriores a la crisis, y encajó el golpe separatista aplicando el 155 con el menor daño posible y con la ayuda tímida del PSOE y C´s en el último momento. Como parlamentario y como político, Rajoy estuvo muy por encima del nivel actual, aunque tengo una buena opinión de Casado y Rivera, más como futuribles.

Desde luego fue imperdonable que Rajoy entregara las televisiones a la izquierda, aunque yerran los que le acusan de no haber dimitido cuando la indigna moción de censura (la corrupción es también socialista), porque eso hubiera sido admitir que él era una persona indecente, como le llamó el secretario del partido de los ERES.

El hecho objetivo es que con Rajoy en la Moncloa ninguna encuesta predijo que perdería las elecciones. Según Arriola, el ideólogo del PP rajoyano, España está educada en la izquierda por los medios y la educación, por eso, cuando la derecha entra en la batalla de las ideas, el abstencionista de izquierdas se moviliza votando. Es una tesis discutible, pero funciona como fórmula dolorosa para la conservación del poder de la derecha, al menos mientras no haya una hegemonía de las ideas a favor de la reconciliación constitucional, de la autonomía del individuo, de controlar en serio el separatismo y de una economía sana y no populista, todo lo cual es más responsabilidad de las élites intelectuales, algo anticuadas en España (cada vez menos: de la “ceja” sólo queda el poeta colocado en el Cervantes). Al final, el desconcierto del centro derecha es patente.

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