Del Blog de Fernando Santiago en Diario de Cádiz

En unas obras dirigidas por el arquitecto Juan Jiménez Mata hacía 1995, se sustituyen los azulejos originales de la cúpula por otros de reciente factura; poco después una granizada destruye buena parte del esmalte dorado de las nuevas teselas, de manera que la cúpula muta su color del amarillo dorado al rojo arcilla de los azulejos impostores ya desprovistos de su elegante terminación. La imagen de la ciudad al océano se transforma y realmente sorprende que nadie haya expresado desde entonces su malestar por tan inoportuna mutación.
No dudo de la profesionalidad y los conocimientos del arquitecto y escritor Jiménez Mata. Su libro “La Catedral Nueva de Cádiz” de 1991 explica con rigor el proyecto de Vicente Azero, que incorpora los conceptos barrocos de Borromini y Guarini a la tradición española de la planta en cruz latina; así como el recurso a la repetición rítmica de la forma para resolver una planta compleja, en la cual destacan la posición de las torres, adelantadas al plano de la fachada, como en la arquitectura de las fortificaciones que a su vez tiene que ver con el propio carácter de la ciudad amurallada en la cual se inserta. Respeto su valía intelectual que no le exime de cometer errores. Como lo fue sustituir unos azulejos del siglo XIX por otros recientes que no ofrecían semejantes características de durabilidad. De hecho, las piezas originales aguantaron más de ciento cincuenta años, mientras que los nuevos azulejos del profesor Mata se quedaron sin esmalte a la primera granizada.
Todo el mundo puede errar, y para eso hay controles en temas de importancia. Como la Consejería de Cultura, que no aprobó la reposición de la linterna proyectada por Daura, pero consintió en la sustitución de la azulejería de la cúpula sin reparar el valor que su presencia representaba en la línea de cielo de nuestra ciudad. Cada vez que contemplo el desaguisado me pregunto cómo la gente habla de la pérgola de Santa Bárbara, o sobre la conveniencia o no de la demolición del Edificio Aduana, y nadie expresa su disgusto porque una intervención desafortunada ha deteriorado gravemente la fachada de la ciudad amurallada al océano en uno de sus puntos más emblemáticos. La Catedral de Cádiz ya no brilla al sol de la Bahía y nadie parece haberse dado cuenta.
Respuesta de Rafael Zaragoza. Está muy bien la denuncia. Quiero recordar no obstante que al primero que le escuché esta crítica fue al arquitecto José María Esteban. También el que suscribe ha criticado este despropósito alguna vez. Aquí se halla la última de febrero:
https://rafaelzaragozapelayo.com/2018/02/09/565/