Ahora resulta que en la manifestación contra el paro no hubo ni 500 personas. Normal. La ciudad no es un páramo empobrecido como se dice, y todo el mundo sabe que el empleo no depende de estas rogativas medievales. Los únicos que siempre conseguían trabajo manifestándose eran los agitadores progres -para las administraciones o entes afines-. ¿Ejemplo? Muchos de los que en estos días han salido en defensa de Griñán y Chaves: los voceros del régimen, les llama Paco Robles.
Los que aún se manifiestan contra el paro (¿nadie investiga a esos 180 colectivos fantasmas y cuántos de ellos reciben nuestro dinero?) son herederos de aquellos progres, y quizás persigan lo mismo: emplearse en chiringuitos, ahora en el ámbito de la extrema izquierda.
Pero hay que atreverse a decir la verdad. Según la economía y el sentido común, es un error de base creer que alguien está obligado a dar un trabajo. El trabajo se obtiene gracias a un oficio aprendido con esfuerzo, demandado socialmente, y por el que alguien está dispuesto a pagar un servicio allá donde sea, no al lado de tu casa. El derecho al trabajo no existe, fue introducido en la Constitución por influencia del PSOE y PC, y del silencio acomplejado de UCD. Pero no es un derecho algo que depende de un tercero que no está obligado a dar. Como tampoco lo es el derecho a la vivienda en el sentido de que te den una vivienda que debe pagar otro por ti (el contribuyente). La vivienda tiene que pagarla todo el mundo, también los de Podemos. Todo esto no quita para que el estado acoja los casos de incapacidad, desesperación o mala suerte.
El trabajo es un principio orientador de la política: hay políticas que lo facilitan y otras que lo entorpecen. Si partimos de que los auténticos empleadores que expanden riqueza son los empresarios, todo lo que incentive su actividad, o no penalice la contratación laboral, se traducirá en empleo. Y al revés. Pero no es suficiente. Además tiene que haber productividad, poca deuda y una cultura empresarial de amor al riesgo y al trabajo, y no una cultura “reivindicativa” y conformista. Es decir, preguntarse qué puedo hacer yo por los míos, y no qué puede hacer el dinero de los demás por mí.
No es casualidad que las zonas de más desempleo, como Andalucía, sean las más clientelares y estatalizadas.