Hasta el martes a las nueve de la noche, la causa constitucional iba perdiendo por goleada. Primero fue el 1-O. Los catalanes y españoles que habían confiado en las promesas del gobierno, se sintieron humillados. Ese día, el relato independentista lograba colarse en los hogares españoles a través de la única de las grandes televisiones, la Secta, que no cesó de transmitir en todo el día, ante la incomprensible incomparecencia del resto. Es verdad que la intervención policial fue tardía y motivada por el fracaso estatal de la apertura de urnas, pero es falso que fuese brutal. La cifra de 800 heridos que daba la Generalidad se quedaba al final en dos personas ingresadas, una de ellas por infarto (¡vaya milagro curativo el de la sanidad catalana!). Lo importante es que la votación se produjo, a pesar de la falta de garantías para ser considerado un referendo. Rajoy negó la realidad.
La llamada huelga general, más bien la apropiación revolucionaria de la calle por parte de la turba, también tuvo lugar el martes, ante la mirada impotente de una policía asediada e insultada que llegó a pedir a gritos que la “dejaran actuar”. La sensación de abandono por parte de los españoles no populistas y de los catalanes que se sienten españoles o partidarios de la ley, volvió a ser profunda.
Pero a partir del martes a las nueve, con la valiente intervención del rey Felipe VI, que tanto recordó a la de su padre Juan Carlos I en el 23 F, este dramático pulso ha comenzado a cambiar de tendencia. El rey estuvo contundente y firme, y llamó al Estado a restaurar el orden constitucional en Cataluña. A la hora que escribo del miércoles, la prensa internacional (siempre en manos del periodismo-leninismo) empieza a virar. Alfonso Guerra pide la retirada de la reprobación a Soraya y el apoyo del PSOE al gobierno si se aplica el 155, o incluso el 8, de la Constitución. Savater, San Gil, Díez y los héroes democráticos de “Basta ya” le envían carta aclaratoria al presidente de la CE. La Audiencia imputa a Trapero por sedición. Y hasta las dos grandes televisiones populistas empiezan a cambiar. Ya nadie habla de diálogo, por ahora.
La nación española sigue a la espera de una reacción firme del gobierno para ponerse masiva y civilizadamente de parte del Estado de Derecho y de la Constitución.