Las calles de Cádiz (I)

En estos días se habla de las calles de Cádiz. Daré mi opinión, pero en dos fases. Hoy, trataré el feo asunto de los cambios de nomenclatura callejera.

Antes que nada, espero que esta vez se cumpla el acuerdo del Pleno municipal de dedicar una plaza a Miguel Ángel Blanco, dada la miserable abstención del gobierno de Podemos. Algún edil habrá que recuerde el día del crimen, la impresionante reacción de miles de gaditanos alineados en la orilla de la playa, en un silencio estremecedor, a los largo de kilómetros. Que se lo cuente a los otros. El argumento podemita de homenajear sólo a las victimas en conjunto no cuela, pues nunca les pareció mal la estatua a los abogados comunistas asesinados en Atocha. No nos engañan, están más con Bildu.

Estuve en la pelea clandestina, pero la retirada del relieve “franquista” del artista gaditano Vasallo Parodi de un colegio, es un disparate. Recuerda el fanatismo de los talibanes contra los Budas, el del ISIS destrozando el Arco de Palmira, y el de los llamados rojos españoles arrasando iglesias, bibliotecas y museos católicos. Esta vez, ese bárbaro afán se ha puesto en práctica mediante una ley indigna que impone una versión oficial de la Historia, aunque al  menos preserva las obras de arte: alguien competente deberá dictaminar si aquí hay ilegalidad. Sería interesante conocer el acta de la Comisión de Patrimonio al respecto: cambiar este relieve por hormigón ha costado 21.000 euros a los gaditanos.

En cambio, ahora quieren poner una placa a Trosky. Me parece bien, que conste, porque es un personaje histórico que pasó por Cádiz. Pero entonces habrá que hacer memoria también: Trosky, junto a Lenin y Stalin, son los tres padres del sistema más criminal de la Historia, el comunismo, con más de 100 millones de muertos (Courtois).

Si quieren placas a la memoria histórica daré algunas sugerencias de la idílica época del Cádiz republicano: en el Colegio de la Salle quemado, en el boquete que hicieron los dominicos con el badajo de la campana para escapar con vida de  Santo Domingo y en la arrasada iglesia de la Merced.  Otro día seguimos.

Por último, pido también dedicarle una plaza al gran Antonio Martín, pero no la de la Cruz Verde. Precisamente la próxima columna tratará de la intocable hermosura de algunos nombres de las calles de Cádiz.

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