Carteles gaditanos

La evasión humorística es el único recurso que se me ocurre para capear los recientes mazazos recibidos por la ciudad, como el descalabro cadista y la llegada de la “castuza”, como la llama el maestro Burgos. Hablemos hoy de los divertidos carteles callejeros gaditanos, sin incluir las muchas placas existentes, de interés propio (“Cádiz, la tacita de placa”). La versión gaditana del realismo mágico se manifiesta en los letreros de Cádiz, los cuales fueron frecuente motivo de choteo y conversación con mi amigo Pepe Pettenghi, auténtico descubridor de los más sabrosos, dado su talento para identificarlos (los lee todos). Especialmente celebrados eran aquellos donde aparecía la cursi palabra “operario”. Había una librería en Columela, Cerón, que abría y cerraba a discreción, con el consiguiente despiste de la clientela. Enfrente, un comercio colocó un rótulo que decía: “No sabemos el horario de apertura y cierre de Cerón”. Hablando de horarios fue famoso el que expuso el bache Bar Mariano, en cierta época. Era una cosa así: Lunes, de 12 a 2 y de 5 a 9. Martes de 1 a 3 y de 9 a 12. Miércoles de 11 a 1 y por la tarde descanso, y así toda la semana. Era desternillante ver a los confusos moyatosos mirando a la vez el letrero y el reloj, esperando a que abriera el bar. Un cartel que todavía se ve en las copisterías gaditanas dice “Se hacen fotocopias en el acto”, toda una proeza de virtuosa ejecución. Entre los anuncios menos higiénicos, escogemos uno del centro, el de un podólogo: “Se cortan las uñas de los pies”. Y de los más procaces, la pintada que apareció en el escaparate de Mango: “La talla 38 me aprieta lo que rima”. O ese otro que decía: “Se compran pelos de pubis (no decía pubis, claro) para pestañas de muñeca”. Pero el que en su momento ofrecía tecnología punta aún existe en San Francisco, “Doctor Seoane. Onda corta”. No sólo Cádiz es especialista en estos anuncios. En un viaje que realizamos el propio Pettenghi y yo mismo con nuestras parejas paramos en una gran venta que contenía en su interior una plaza de toros, con su arena, sus tablas, sus burladeros, etc. Y en el centro una figura de Jesulín dando un pase a un toro enorme de cartón piedra. Al lado, un cartel que decía: “Prohibido tocar al toro y a Jesulín”.

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